Parque Norte
El Gobierno desplegó todo el folclore que no se había visto allí mismo en el último Congreso del PJ.
Por un minuto, enrrollen las banderas. Escuchémonos, por favor", les pidió Cristina a los manifestantes que habían desbordado Parque Norte. Con sus estandartes, los militantes impedían que las cámaras de TV tomaran su cara y con los bombos y cánticos tapaban su voz.
Néstor Kirchner, como minutos antes lo habían hecho los piqueteros Luis D’Elía y Emilio Pérsico, pedía calma con las manos desde la primera fila del palco. "No vine para que me aplaudan", dijo después la Presidenta, cuando promediaba su discurso de 43 minutos, para volver a pedir silencio.
Un contraste asomó claramente entre el propósito de Cristina y el de los militantes que ayer volvieron a movilizarse para respaldar al Gobierno en su lucha contra el campo.
Cristina quería enviar un discurso sin interferencias, con tono menos vehemente que el que utilizó el martes en la Casa Rosada. Quería desarrollar una idea, un mensaje claro. Sabía, por supuesto, que en todas las rutas cortadas del país la oían los productores agropecuarios.
Pero quienes fueron a escucharla desplegaron todo el folclore peronista que no se había visto en ese mismo lugar hace 20 días, cuando el Congreso del PJ, con prolijidad europea, dio el puntapié inicial para consagrar al ex presidente como líder del partido que fundó Perón.
Hubo bombos, gritos, el agite constante de banderas y silbidos cada vez que se mencionaba el nombre del enemigo político. Ponga huevo, huevo presidenta/a la patria la vamos a liberar, le cantaron. Cristina, de pollera, blusa y zapatos blancos, se desvió brevemente de lo que tenía pensado decir: "En nombre del género les pido que cambien esa consigna. Vale la intención".
En el escenario, el vestuario de los invitados vip era tan diverso como el que se apreciaba debajo: algunos llegaron con saco y corbata y otros con jeans y zapatillas. "En el universo K entramos todos. Este es un Gobierno popular", explicaron los piqueteros. El calor, agobiante, fue para todos por igual: sin aire acondicionado, el ambiente era denso. Cristina finalizó el discurso con la cara empapada por la transpiración.
En primer fila, detrás de Cristina, se ubicó Kirchner junto con los gobernadores Daniel Scioli (de Buenos Aires), Mario Das Neves (de Chubut), Juan Manuel Urtubey (Salta), Jorge Capitanich (Chaco), José Luis Gioja (San Juan), Gerardo Zamora (Santiago del Estero), Maurice Closs (Misiones) y Luis Beder Herrera. En la segunda, todos los ministros del Gabinete, más el jefe de la CGT, Hugo Moyano (a quien se vio hacer bromas con el ministro Julio De Vido), los piqueteros D’Elía, Depetri y Pérsico y la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo, Estela de Carlotto.
Un impensado elogio de la Presidenta hacia el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, originó una situación insólita. Cuando insinuó el nombre del líder de PRO comenzaron los silbidos, pero cuando se detuvo para analizar la suba de impuestos y dijo que había sido mayor para los sectores con mejor poder adquisitivo, se oyeron aplausos.
Por: Santiago Fioriti
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