Hallazgo científico en Saavedra


En el CEMIC repararon un útero sangrante sin interrumpir el embarazo de la paciente

Por primera vez en la historia de la medicina se realizó una operación que corrigió la anomalía ginecológica sin poner en riesgo la vida del bebé. Silvina Franzin y su hija Guadalupe son las protagonistas de este hito profesional. La feliz mamá cuenta cómo afrontó la exitosa intervención quirúrgica. El doctor José Palacios Jaraquemada cuenta de qué forma llegó a esta solución alternativa, inédita en el mundo.

Por Daniel Artola

Lograste que Guadalupe se despertara para hacer las fotos”, dice Silvina Franzin y alza a la beba frente al fotógrafo. Madre e hija son las protagonistas de un acontecimiento médico pionero en el mundo. Cuando crezca y sepa leer, Guadalupe podrá buscarse en Internet o repasar los recortes de los diarios. Ella nació cuando parecía imposible y aquí está rebosante de salud. Porque en el Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas “Norberto Quirno” (más conocido como CEMIC), sede Saavedra, se llevó a cabo la primera cirugía reparadora de una lesión uterina sin interrumpir la vida del bebé.

“En la semana 20 de la gestación comencé con dolor abdominal. Mi médico, el doctor Gustavo Leguizamón, que es jefe de la Unidad de Embarazo de Alto Riesgo de CEMIC, me dijo que fuera para la clínica. Me hicieron los análisis de rutina y en una ecografía se vio líquido en el abdomen. Se llegó a la conclusión de que era una hemorragia. Entré al quirófano para una cirugía exploratoria. Me dijeron que era por un tajito. Cuando desperté me explicaron que el útero se había roto porque la placenta mal implantada perforó la cicatriz de la cesárea de mi embarazo anterior”, cuenta Silvina, que tiene 36 años y dos hijos más: Tomás (6 años) y Milena (1).

El doctor Leguizamón le explicó a Gonzalo, al marido de Silvina, que en general la curación consiste en dos pasos: se saca el útero y se pierde el bebé. Gonzalo le dijo que primero estaba la vida de Silvina, pero avaló la búsqueda de alguna alternativa para salvar a la criatura. Y entonces apareció, en medio de una realidad preocupante, el doctor José Palacios Jaraquemada, cirujano general especializado en el tratamiento de hemorragias obstétricas severas y reparación de úteros. Palacios, además, forma parte de la Sección Medicina Materno Fetal del CEMIC.

Para Silvina, el especialista fue un enviado de Dios. “Me interné el 18 de setiembre y la cirugía de urgencia se hizo esa madrugada. Mi hija nació el 12 de diciembre de 2007, en el día de la Virgen de Guadalupe, y aunque el nombre ya lo teníamos elegido desde hace mucho fue una feliz coincidencia”, dice Silvina, cuya espiritualidad le sirvió de apoyo para enfrentar este desafío que le planteaba la vida.

Beba milagrosa

Silvina también contó con la colaboración de toda su familia. Guadalupe nació con 32 semanas de gestación -luego de una serie de análisis de los médicos, que decidieron que era el momento adecuado- y pesó 1,700 kilogramos. “Yo creí que iba a ser más chiquita”, dice la mamá, mientras atiende a su otra hija, Milena, que quiere jugo de naranja. Una vez realizada la operación que salvó al útero y al bebé, Silvina debió quedarse internada por razones preventivas hasta que naciera su hija. “No volví a casa porque no sabían como iba a reaccionar mi cuerpo”, detalla.

Silvina se define como una persona optimista por naturaleza y tomó esa larga espera en la clínica como un trabajo. “Me concentré en Guadalupe con mucha responsabilidad y avisaba al médico ante cualquier síntoma”, explica. Mientras tanto, en su hogar de Florida su esposo Gonzalo se encargaba del cuidado de sus otros hijos. “Es más, mi esposo tuvo que hacer tareas que nunca antes había hecho”, cuenta Silvina con una sonrisa. Guadalupe está tranquila y su hermana Milena no se pierde detalle del reportaje. Durante esas semanas en la clínica, Silvina decoró su habitación, leyó, recibió visitas y miró poca televisión. “Como podía caminar me acercaba a charlar con otras embarazadas y veía casos más difíciles que el nuestro”, recuerda.

En la casa se respira felicidad y la paz conseguida luego de luchar contra la adversidad. En la tarde de febrero en que se realiza la nota, Guadalupe acaba de tomar el pecho y ya pesa 2,650 kilos. La meta es que llegue a los 3,500 kilos. “Disfruto este momento al verla crecer. Agradezco tanto a los médicos y enfermeras, porque cuando uno se deja llevar todo se va acomodando”, razona Silvina, quien se define como una persona estructurada a la que lo sucedido la desestabilizó, como no podría ser de otra manera. Pero tuvo confianza en la ciencia, en su fe y todo se dio para un final feliz. Desde el primer momento en que nació hasta el lunes 21 de enero Guadalupe permaneció en neonatología del CEMIC. “Cuando entré a casa con ella en los brazos fue muy emocionante. Lo bueno de dar a publicidad nuestra experiencia es que las mujeres sepan que existe otra solución a un problema como el que nosotros pasamos”, resalta Silvina. Guadalupe se ha dormido. Es hora de hacer silencio y apagar el grabador.

Detalles de la operación

El doctor José Palacios Jaraquemada recibe a El Barrio en su oficina de la Facultad de Medicina. Prepara café y se dispone a la charla. Habla pausado y, docente al fin, trata de explicar con palabras sencillas su logro científico. “La operación no fue larga. La cirugía no es tan complicada por lo siguiente: la pelvis está unida por una serie de membranas y si uno maneja el lugar para abrir esas membranas entra donde quiere. Dado que yo tengo experiencia, no es tan complicado. Es como cuando le cambian el rulemán al disco. Yo me asombro de la manera como lo hace el mecánico. En fin, es el hábito”, dice Palacios con humildad.

El entrevistado está ligado a la Facultad de Medicina desde 1978 e interviene en casos de reparación de úteros y hemorragias obstétricas. “Nunca antes se había hecho la reparación sin interrumpir el embarazo, porque para que una cirugía de este tipo funcione tiene que estar libre de toda tensión. Acá estuve operando en un lugar donde aumentaba la tensión porque se mantiene con vida al bebé y, además, la rotura de ese área tiene que secarse para que cicatrice. Fuimos en contra de eso, también”, describe. El médico y cirujano fue al revés de la corriente y los manuales. “Todos los centros de Estados Unidos -menos la Clínica Mayo- hubiesen sacado el bebé y el útero y se acabó el problema. Es como que para evitar la jaqueca se cortara la cabeza y listo”, dice con ironía. Palacios realizó una serie amplia de consultas entre colegas locales e instituciones médicas internacionales, donde puso a consideración su método.

“Cuando terminé de hacer la reparación del útero fui optimista, porque desde el punto de vista técnico hice lo que tenía pensado. Después se plantearon una serie de inconvenientes porque no se sabía cómo era el seguimiento de la paciente y su bebé. Hice una consulta a 20 profesionales de primer nivel del mundo. Todos quedaron asombrados por los resultados y les planteé el tema de los controles. Estuvieron de acuerdo en la manera que encaramos el seguimiento de Silvina. Nadie en medicina tiene la intención de equivocarse y mucha gente tiene el problema de cargar con una equivocación”, dice Palacios. El hacedor de esta operación pionera se enfrentó a lo largo de su carrera con muchos detractores, que lo criticaban por sus posturas innovadoras. “Pero debo decir que hay mucha otra gente que me ha ayudado con críticas constructivas”, reconoce el especialista.


La importancia de la fe

Palacios apunta que para el éxito de esta operación coincidieron muchos factores, entre ellos la autorización del esposo de Silvina y el soporte científico y técnico para guardar todos los detalles de la intervención. “Silvina es un ser muy creyente y su actitud ayudó muchísimo. Creo que con una mujer obsesiva hubiera sido difícil”, especula. Palacios toma café y, con la naturalidad que le da la experiencia, habla de los riesgos en el quirófano. “Si en el momento de darle el punto para fijar más el útero yo pinchaba la placenta, no podía seguir y se terminaba todo”, sostiene. El entrevistado no quiere que aparezca únicamente su nombre, sino que destaca la colaboración de los profesionales que lo ayudaron.

“La gente de CEMIC no sólo trabaja sino que siente lo que hace. Todos buscaban lo que me hacía falta para ayudarme en la intervención y para estar presentes. Por desgracia hay otros lugares donde no pasa eso. Los resultados positivos en la medicina actual se consiguen gracias al trabajo en equipo. Quien no piensa así, se equivoca”, afirma Palacios. Próximamente este caso será publicado en revistas médicas de gran prestigio. Palacios continúa con sus investigaciones y comparte información con instituciones extranjeras. Recibió una consulta desde Inglaterra e “hicimos la planificación de la operación por mail”. Ha golpeado muchas puertas para conseguir el financiamiento de sus estudios sin suerte, hasta que desde un instituto de Bélgica le dieron una respuesta positiva. Se estableció un acuerdo con la Facultad para trabajar en conjunto.

La conversación finaliza y el entrevistado acompaña al periodista hasta la salida de la Sección Anatomía. “No quiero que se choque con ningún cadáver”, dice con humor... negro.

La obra del Dr. Norberto Quirno

CEMIC es la sigla que identifica al Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas, fundado en 1958. Su fundador fue una personalidad destacada de la medicina argentina: el Dr. Norberto Quirno (1904-1972). En aquel entonces ejercía la dirección de la Sala XX del Hospital Bernardino Rivadavia, en la Ciudad de Buenos Aires, Argentina. Tratándose de una de las Salas Cátedra de Clínica Médica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, Quirno había reunido alrededor de él a un destacado grupo de discípulos.

La mayoría de ellos tenía vinculación docente con la Universidad de Buenos Aires y acreditaba posgrados de especialización en centros médicos nacionales y extranjeros. Al margen de su desempeño profesional, era también un grupo de amigos que compartía altos ideales y una actitud básica de servicio al prójimo. La principal preocupación de aquel conjunto de profesionales médicos, más allá de la atención que ofrecía día a día a sus pacientes bajo el régimen hospitalario de la época, era generar una institución dinámica, capaz de superar las limitaciones propias del ejercicio individual de la medicina, con el fin de elevar la calidad de la atención médica que recibía la población y su salud en general.

El CEMIC es una Asociación Civil sin fines de lucro, entidad de bien público y Universitaria, dedicada desde hace medio siglo a la Docencia y la Investigación para una mejor asistencia médica. Fue galardonada en 1998 con el premio KONEX de Platino a la Institución Comunitaria más destacada en la investigación científica de la década. Fiel a su estilo y a sus objetivos fundacionales de excelencia en la docencia, la investigación y la asistencia medica, esta institución se caracteriza por ser formadora de recursos humanos y estar al servicio de la comunidad.

Cabe agregar que en 1980 adquirió un terreno de 9.000 metros cuadrados en Galván al 4100 para la creación del Hospital Universitario. Dos años más tarde se aprobó el proyecto arquitectónico y comenzó la primera etapa de las obras de construcción. En 1995 fue habilitada y puesta en funcionamiento la primera etapa del Hospital Escuela, un piso de internación general con 12 camas y un quirófano, en el hoy Hospital Universitario sede Saavedra.

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