Más Florencio Varela y menos Harvard


Por Eduardo Anguita


Una de las curiosidades del Cordobazo, allá por mayo del ’69, fue que entre los estudiantes que dijeron basta, estaban los de la Católica. Curiosidad, porque uno de los objetivos del Onganiato era terminar con la llamada universidad cientificista, que contaba con unos académicos de excelencia y unos presupuestos que les permitían hacer investigación y aportar a la generación –sistemática– de profesionales capaces de inventar, de agregar talento a lo que comúnmente se llama valor agregado. Días pasados, quien escribe estas líneas conoció de modo eventual a un joven ingeniero argentino con licenciatura y doctorado en Córdoba que luego fue a trabajar a una empresa dedicada a reactores nucleares –su especialidad– en España. Recién aterrizado en Buenos Aires, este ingeniero joven, contaba que fue contratado por la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA), con un buen salario, con los gastos incluidos para su traslado y el de su familia por parte del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva. Entre los aportes de este especialista joven está el de buscar procesos que puedan hacerse en la Argentina para reemplazar aquellos que se importan de empresas o laboratorios extranjeros de altísima gama. Soberanía. Márgenes de soberanía que a diario, en silencio, se van ganando. El ingeniero empezó a ir a diario a la sede de la CNEA, se cruza con Tecnópolis con la misma familiaridad con la que un empleado de la Rural se cruza con el Zoológico.
La historia de la Católica de Córdoba viene a cuento por muchos motivos. Era privada y a Onganía le salía un grano fuerte porque para terminar con la excelencia de la universidad pública contó con el apoyo de la Universidad Católica Argentina, cuyo pionero y rector fue el obispo católico Octavio Derisi. La idea de esa universidad surgió en plena pelea del Episcopado con Juan Domingo Perón a fines de su segundo gobierno y formalmente se presentó como proyecto no bien se concretó el crimen de Estado que sus perpetradores llamaron Revolución Libertadora. En tiempos de la lucha de Laica y Libre (gobierno de Frondizi), esa casa de estudios empezó a funcionar. Era confesional y privada, pero sustentada en gran medida por fondos públicos. Es decir, el Estado estableció girar fondos para formar una elite de cuadros dirigenciales referenciados en las autoridades católicas argentinas. El problema de la elite argentina no radicaba sólo en que Juan Perón había terminado con los aranceles para los estudiantes o que Perón hubiera creado la Universidad Obrera Nacional, que era la manera de darles herramientas reales y concretas para que los asalariados pudieran tener movilidad social ascendente en un país donde una elite manejaba los recursos financieros, la propiedad de la tierra y buscaba los alineamientos de la Argentina a favor de procesos dependientes y no soberanos. No era sólo eso, sino que una camada de radicales, socialistas y académicos de izquierda no peronista habían puesto en marcha una universidad pública, autónoma y con criterios de soberanía nacional. Para decirlo en términos de una polémica que tiene gran vigencia y enerva a mucha gente: un importante sector de las clases medias no peronistas –y muchos de ellos con pasado antiperonista– se sumó a la lucha de calles junto a los sectores obreros. Eso pasó en el Cordobazo y en muchísimos hitos de la lucha de los sesenta.
Desbordadas las usinas confesionales, políticas, empresariales y militares de la elite argentina, por una alianza política y social (de sectores peronistas y no peronistas, de sectores obreros y no obreros), empezó a elaborarse la doctrina de seguridad nacional, capaz de eliminar a una generación de luchadores formados tanto en el sindicalismo combativo como en la excelencia académica pública y popular. En Iglesia y Dictadura, el gran intelectual y luchador Emilio Fermín Mignone desnuda cómo la cúpula eclesiástica puso especial atención durante la última dictadura militar en preservar ámbitos académicos que recibieran el bombardeo ideológico de los sectores privilegiados al tiempo que mantenían una visión inquisitorial de la fe católica. Mignone era católico y resultaba una piedra en el zapato del Episcopado. Como lo fue Carlos Mugica, que además de cura obrero era un académico extraordinario y daba sus clases en la Universidad del Salvador, creada en la misma época de la Católica pero que mantuvo una gran amplitud de cátedra y una formación no inquisitorial.

Florencio Varela y Harvard. Robert Merton es uno de los pilares de la sociología funcionalista de Estados Unidos y es quien redefinió un viejo concepto: el de la profecía autocumplida. Merton provenía de una familia judía emigrada de Europa oriental y se convirtió en uno de los íconos de la Escuela de Negocios de Harvard. Dicha en pocas palabras, la profecía autocumplida significa que si una situación es definida como real, va a tener efectos reales. Una de las frases que parecen una verdad indiscutible por estos días, en boca de muchos dirigentes o pensadores del llamado campo nacional, es que la clase media es reaccionaria y antipopular, que odia todo lo que está originado en el gobierno de Cristina Kirchner y que no hay modo de establecer un diálogo inteligente y respetuoso por parte de quienes apoyan lo que comúnmente se llama “el modelo” y que se expresa en las múltiples políticas de inclusión social que en la última década están modificando el mapa político y cultural argentino. Quienes sostienen esta postura argumentan, como si recurrieran a la mejor bibliografía posible, a notas de TN o a artículos de diarios opositores. Es decir, tratan de simplificar complejos mecanismos sociales y culturales por lo que llaman evidencias, que no son más que algunas manifestaciones de conductas aisladas e individuales. Quien escribe estas líneas no es un especialista pero se tomó un año entero de su vida para elaborar junto a Alberto Minujin un texto (La clase media - Seducida y Abandonada, Edhasa, 2004). El libro fue publicado para contribuir a un debate imprescindible cuando llega un gobierno de corte popular a la Argentina y tiene que ver con las profundas divergencias entre los beneficios económicos –y de políticas públicas– de sectores medios y sus inclinaciones y opiniones políticas. Pero para quienes se autocomplacen despilfarrando su enojo contra “la clase media”, ese texto dispara muchos hitos de la historia de los últimos 40 años de la Argentina que pone en cuestión estas afirmaciones ligeras. En primer lugar porque puede constatarse que aquella lucha de los años sesenta le significó al peronismo un aporte de votos y de cuadros políticos provenientes de capas medias que le dio una mayoría abrumadora en las elecciones de marzo y de septiembre de 1973. También se puede advertir que, tras el triunfo magro de Néstor Kirchner en 2003, su imagen –la de su gobierno– había calado en el corazón de muchos sectores medios. Ni qué hablar del aporte de votos de sectores medios urbanos y rurales en las últimas elecciones donde Cristina Kirchner obtuvo el 54% de las adhesiones. Con un elemento nuevo: el encono del Grupo Clarín y otros medios opositores, que hasta 2007 se mostraban más prudentes en su antikirchnerismo. Cualquier medición sociológica permite constatar que muchísimos de los que se informan por esos medios opositores votaron por Cristina. Entre otras cosas, por la inmensa volatilidad de la identidad de las llamadas “clases medias”. Está claro que quienes tienen una visión inquisitorial o dogmática no pueden aceptar los fenómenos contradictorios y mucho menos los cambios repentinos en los procesos políticos y sociales.
Desde ya, quienes no estén dispuestos a meterse en la compleja trama donde lo aparente no siempre es lo real, podrían dar un paso al costado y ponerse a estudiar con serenidad los procesos sociales. No solo por una elemental necesidad funcional consistente en contar con votos de sectores medios y no entregárselos a sus adversarios. Sino por algo más profundo y que tiene que ver con lo que, a criterio de este cronista, constituye uno de los aportes más genuinos del kirchnerismo: romper barreras que permiten el ascenso social a sectores que sufrieron niveles de exclusión que fueron denigrantes. Muchas de esas barreras rotas son fenómenos asentados en la educación y son la contracara de los procesos elitistas. Ocho de cada diez inscriptos en la Universidad Nacional Arturo Jauretche, en Florencio Varela, recientemente creada, son primera generación de universitarios. En estos años, muchos jóvenes se capacitan en áreas técnicas y el trabajo que consiguen no sólo es registrado sino de calidad. Quienes vivían en villas a veces ven cómo se urbaniza la villa, otras logran juntar recursos para mudarse. Las conductas que cada grupo o individuo tienen frente al ascenso cultural y económico son variadísimas. Muchas veces se expresan en la negación del pasado, al menos por un tiempo. Para graficarlo: ser pobre da vergüenza y cuando alguien mejora su condición social puede tener conductas para eludir o disimular su pasado. El llamado “orgullo” de ser obrero en otros tiempos de sociedades más estructuradas y menos mediáticas podía funcionar más o menos como lo expresan muchos relatos de los años cuarenta y cincuenta. La actual configuración social pone en duda esos mitos. Esto es sólo un aspecto de los tantos fenómenos contradictorios que deben tenerse en cuenta para entender que los procesos sociales que vive la Argentina actual se mueven como un caleidoscopio, con mucho vértigo, con mucha imprevisibilidad.
Pero de la infinidad de aspectos cambiantes en una sociedad con políticas que estimulan el ascenso social no debe olvidarse que los laboratorios de formación de cuadros –en todo el mundo– tienen la finalidad de hacer círculos cerrados. Es decir, son antagónicos con los procesos inclusivos. Se habla estos días con fruición de las preguntas y respuestas de la conferencia de Cristina Kirchner en Harvard. Y deberían tomarse algunas apostillas para contribuir a que tan acaloradas opiniones resulten menos chatas, menos ramplonas, de lo que se lee en tantas páginas. Harvard tiene casi cuatro siglos de vida. Es un negocio privado dedicado a la formación de ejecutivos de bancos o grandes empresas, la mayoría de los cuales provienen de las familias de supermillonarios estadounidenses. Permite también, a quien esté en condiciones de pagar entre 50 y 100 mil dólares anuales o conseguir una beca, entrar a ese selecto mundo de quienes se autodefinen como líderes pero que tienen la curiosa situación de estudiar en el país que está generando la peor crisis del capitalismo. La Escuela de Negocios de Harvard (ésta es de las de 100 mil dólares anuales) formateó a un tipo como Sebastián Piñera, el presidente chileno que reprime estudiantes que quieren educación pública. O a Felipe Calderón, el mexicano que deja la presidencia con decenas de miles de muertos por el llamado narcotráfico y con un 50% de pobres. O a tipos como Domingo Cavallo, cuyos desmanes en la Argentina están suficientemente contados. Para quienes, realmente, quieren tomar dimensión de los desafíos de diálogos sociales imprescindibles en los procesos inclusivos y contradictorios, sería bueno simplificar estos conceptos en una frase: Más Florencio Varela y menos Harvard.

Escrache a Moreno - A la derecha del miedo


Por Luis Bruschtein


Cuando se juntan el odio y el miedo, el resultado es altamente inflamable. Hay un lenguaje mediático que estimula el discurso violento que se instaló en algunos nichos sociales y culturales. Al mismo tiempo le otorga a ese nicho la calidad de vocero, de emergente de una animadversión generalizada. Entre ambos se potencian, se crispan unos a otros y así los grandes medios transmiten una vibración de odio y furia a toda la sociedad. Hicieron lo mismo después de la derrota del Gobierno con la 125, al punto de que el oficialismo parecía reducido a una mínima expresión en un océano de repudio. La fiesta del Bicentenario fue como si se hubiera descorrido el telón de esa imagen virtual mentirosa.
“Somos los guerreros de la red” se presentó el joven cacerolero en un programa de TN. Apareció allí como un joven independiente indignado con el gobierno kirchnerista, presentado por periodistas con antecedentes progresistas. En la red, el dizque guerrero aparece abrazado con el
inefable Tula (el bombista oficial de Menem) y con el Momo Venegas. Cada vez que se rasca la cáscara de esa rabia virtual y cacerolera, no aparecen ni independientes ni progresistas ni moderados. Hay en la red una lista de las páginas –alrededor de medio centenar– que convocaron al cacerolazo y están los nombres de sus administradores, todos cercanos al PRO, a la Sociedad Rural o a los dictadores. No hay ni un solo progresista y menos de izquierda. No aparece ninguna constancia de que haya otra fuente de ese odio que la de amigos de la Sociedad Rural, colaboradores del macrismo o amigos de los represores de la dictadura.
Pero hay una oposición diferente. Hay una disidencia crítica diferente y que además es mayoría frente a esa protesta violenta. Confundir a los caceroleros –“esas señoras con abrigos de piel”, como dijo Charly García–, con toda la oposición sería hacerles el juego a la violencia y a la estrategia cada vez más visible del Grupo Clarín de desestabilizar y jaquear al Gobierno de cualquier manera a medida que se aproxima la fecha en la que deberá desinvertir por la cláusula antimonopólica de la ley de servicios audiovisuales.
Asimilar esa marcha como la única expresión o la expresión mayoritaria de la oposición forma parte de esa estrategia que intenta nuevamente generalizar una voz minoritaria. Es una forma de extender el odio, de convertirlo en el único argumento opositor, un argumento que no admite discusión, que se dice a los gritos y que cierra el debate.
En los barrios del sur de la ciudad no se movió ni una hoja. La condición social de los caceroleros fue más que evidente y hasta resulta patético el oportunismo de algún dirigente piquetero opositor cuando alaba estas manifestaciones, creyendo que así será bien visto por estos sectores, una de cuyas consignas es “soy de la mitad del país de la cual vive la otra mitad”. Señor dirigente piquetero: para esa gente, usted es de los parásitos que viven de lo que les sacan a ellos. No hay puntos de contacto, cualquier esfuerzo por encontrarlo es puro oportunismo. Facundo Moyano no tiene la edad suficiente para saber que ese mismo tipo de marchas eran las que hacían los viejos gorilas antiperonistas en el primer peronismo. Si Facundo no lo sabe, el intento de su padre Hugo por congraciarse con ellos resulta por lo menos poco peronista.
Para la oposición sería un error convalidar estas expresiones de odio por oportunismo o por creer que allí se encuentran posibles votos. Esa gente no vota radicalismo ni socialismo y mucho menos izquierda. En ese sentido, fue más inteligente la posición del PTS que, desde una izquierda muy crítica con el Gobierno, se diferenció de las consignas reaccionarias que se escucharon en el cacerolazo.
Pero al mismo tiempo que este discurso mediático estimula esas expresiones de odio, denuncia que la gente que se expresa con esa violencia tiene miedo. Hay una lógica en esa aparente contradicción: el miedo puede generar odio. Cuando alguien es apuntado por un arma, tiene miedo, pero en el fondo quiere asesinar al que lo está apuntando. Si este discurso mediático puede convencer a una parte de la sociedad de que debe tener miedo, estará generando odio. No se trata de que haya razones reales para el miedo, sino que se trata de inducirlo.
Los “guerreros de la red”, como los amigos del Tula y del Momo, hicieron una campaña diciendo que el Gobierno retiraría los pasaportes a los que tuvieran deudas con la AFIP. Aunque parezca mentira, hubo incautos que se apresuraron a tramitar su documento, lo cual demuestra que es un error despreciar el poder conjunto mediático y virtual. En apenas una semana se presentaron dos denuncias por supuesto maltrato de género. TN se sumó a la campaña y mostró una lista ridícula de frases del secretario de Comercio que “producían pánico en los empresarios”, como una en la que le decía “chucrut” a un superempresario alemán u otra en la que trataba de “Ratonazi” al dueño de la FIAT, Cristiano Rattazzi.
En nueve años de gobierno kirchnerista puede haber seguramente muchas críticas en todos los planos. Pero las razones para tener miedo serían represión, persecución y amenazas, listas negras, cierre de medios, personas golpeadas por matones, vidrieras rotas por hordas, policía política, presos políticos, exiliados, periodistas agredidos, opositores agredidos. No hay nada de eso.
El miedo es una mentira. Y una mentira menos digerible todavía en un país que tuvo una dictadura en la que todo eso fue llevado a la enésima potencia. El superempresario alemán se puede ofender porque le digan “chucrut” y hasta es discutible el sentido del humor de Moreno, pero es ridículo que alguien pueda creer que eso le dé miedo, igual que al dueño de la FIAT. El empresario español, de origen argentino, Martín Varsavsky, que quedó desgraciadamente enredado en la quiebra de la aerolínea Southern Winds y que no puede exportar a este país productos informáticos por culpa de las disposiciones de Moreno, también dice que los empresarios argentinos tienen miedo por la AFIP, pero en vez de indignarse contra los empresarios que no están en regla, se enfurece con los funcionarios que hacen cumplir la ley. Esta conjunción mediática y virtual de referencias insistentes al miedo no proviene de una situación real ni de una exageración periodística. Forma parte de una mecánica para generar odio y para justificarlo cuando explote.
Cuando un matón ataca en público, lo hace mientras se victimiza a los gritos para que la gente justifique su agresión y no intervenga. Es una lógica de escaramuza callejera, de barrabrava, que se aplica también como técnica sucia en campañas mediáticas. No es éste el caso, pero todos los golpes de Estado fueron antecedidos por fuertes campañas mediáticas de este tipo. Cuando el 6 de septiembre la Presidenta bromeó en un discurso con que sus funcionarios deberían tenerle un poquito de miedo si cumplían mal sus funciones, se forzó la frase para convertirla en una amenaza que nunca fue tal. Los lectores de Clarín y de La Nación leyeron que la Presidenta había dicho que la sociedad debe tenerles miedo a ella y a Dios.
Los caceroleros salieron después con carteles que decían “no le tenemos miedo”, replicando la tergiversación estúpida de una broma y exhibiendo una valentía de papel. Fue un acto de opereta salir con esos carteles. No tienen miedo porque no hay nada a qué tenerle miedo, excepto a ellos mismos por la violencia que expresan y el primitivismo gritón y autoritario al que reducen la política. En la Argentina hubo miedo en otras épocas y eso sucedió cada vez que expresiones sociales de ese tipo llegaron al poder, la mayoría de las veces a través de golpes de Estado que tuvieron un respaldo civil cimentado en el miedo y el odio.
La mayoría de la oposición, por más crítica que sea con el Gobierno, no piensa de esa manera. La polarización cada vez más fuerte que están planteando los medios hegemónicos está fomentando la conformación de una tercera fuerza a nivel nacional como expresión de una derecha muy clara alrededor del jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, Mauricio Macri. El peronismo expresado en el kirchnerismo y sus aliados peronistas y no peronistas conformarían una fuerza; el socialismo y el radicalismo necesariamente quedarían en una intersección que los presionaría a la unión, y en un tercer andarivel, la ideología mediática de confrontación desesperada ha actuado como la ambulancia que recoge a los heridos de los ’90: restos del menemismo y el duhaldismo, de la derecha radical, candidatos mediáticos y partidos provinciales conservadores tenderían a delinear la primera formación nacional de derecha clara, alrededor del PRO, un heredero de la vieja UCeDé. Estas expresiones, inclusive la de los chicos que preguntaron en Harvard, entre los que había un ex funcionario de Esteban Bullrich y un activista homofóbico que realizó una fuerte campaña virtual en contra del matrimonio igualitario, son parte de este nuevo y viejo componente del escenario político. Nuevo porque sería una novedad la conformación a nivel nacional de esta corriente de derecha como fuerza competitiva electoral. Y vieja, porque se identifica con todos los componentes ideológicos de la antigua derecha liberal.

DECLARACIONES DE HUGO YASKY ANTE EL DISCURSO DE CRISTINA EN LA ONU -

"Sentimos orgullo al escuchar a quién representa a todos los argentinos"


Tras el discurso que brindó la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ante la Asamblea de las Naciones Unidas, el secretario general de la CTA, Hugo Yasky expresó:

 “Hoy los trabajadores de esta Central sentimos orgullo al escuchar a quién representa a todos los argentinos, denunciar con valentía la hipocresía de quienes desde el Fondo Monetario Internacional pretenden seguir imponiendo recetas de ajuste a los pueblos del mundo para resolver la crisis que generaron sus mandantes, los dueños el capital financiero”. Yasky además señaló que: “Desde la CTA nos sentimos plenamente representados cuando sin pelos en la lengua la Presidenta señaló que “no seremos economistas pero no somos tontos: sabemos que estos movimientos significan gigantescas trasferencias de recursos ” de los que menos tienen a los que más tienen”. “Sería muy bueno que tomaran nota los deformadores de opinión de los grandes multimedios que como un coro de cipayos festejaron una y otra vez la amenaza de la tarjetita roja para la Argentina por parte de la presidenta del FMI. En ese sentido, compartimos con Cristina Fernández, a pesar de que podamos ponernos en contra de Maradona, aquello que “el rol del presidente de la FIFA ha sido mucho más satisfactorio que el rol del FMI”, sostuvo el titular de la CTA. Además manifestó: " Fue muy buena la referencia que “la argentina durante la década del noventa fue exhibida como un ejemplo de lo que había que hacer”. Para los desmemoriados, que parecen haber olvidado como quedó nuestro pueblo después del 2001, no pueden dejar de tomar nota de la frase en la que la Presidenta hizo mención a que “cuando hablamos de esto, lo hacemos desde el conocimiento de haber sido conejillo de india de las políticas neoliberales del consenso de Washington”. Por último, el secretario general de la CTA destacó que: “Tras el discurso recibimos mensajes de las principales centrales sindicales hermanas de la región identificadas con la valiente denuncia de la Presidenta de nuestro país y solidarias también con la afirmación de que debe terminarse con el colonialismo Británico en Malvinas”.

¿Qué te pasa Daniel Martínez? - COMUNICADO DE PRENSA - Edgardo Depetri


Nos resulta extraño y lamentable que Daniel Martínez, “Rector electo a dedo en el 97” de la Universidad de la Matanza salga de manera lastimera a prestarse a la operación mediática montada por el Grupo Clarín y sus satélites. Es lamentable que semejante personaje olvide que hace poco tiempo nuestra Presidenta estuvo en Villa Palito inaugurando 923 viviendas de lo que antes era una villa miseria.

 Parece que el “Rector a dedo” se olvidó del dolor de miles y miles de matanceros que no tenían agua potable y hoy gracias a Néstor y Cristina la tienen casi en su totalidad. Parece que el “Rector a dedo” olvidó que desde el 2003 a la fecha no deja de crecer la cantidad de nuevos ingresantes a las viejas y nuevas Universidades. No lo escuchamos en la década del noventa cuando gobernaban Menem y Duhalde sentirse dolido por tanta miseria y desocupación. ¿Será que el “Rector a dedo” es incapaz de sintonizar la fina ironía de la Presidenta a favor de los matanceros o estará soñando en ser candidato a diputado de la mano del Grupo ilegal y monopólico? ¿Será que lo conmueven los matanceros o que es parte de la oposición destituyente que encabezan el Grupo Clarín, el Pro y Cecilia Pando? ¿Le escribirán el libreto los mismos que le bajan línea a los “becarios de la abundancia” en Harvard? ¿Será del Pro o cliente del estudio jurídico Perez Alati, Grondona, Aramburu y Martinez de Hoz? ¿Le pedirá consejos a Ciro James y Macri? ¿Qué te pasa Daniel Martinez? Cuando nuestra Presidenta se planta ante los poderosos del mundo con dignidad y valentía, algunos personajes se suben al tren fantasma conducido por Magnetto y se prestan al show montado por quienes solo defienden sus intereses corporativos contraponiéndolos con los de nuestro pueblo y los de nuestro Patria. Nosotros estamos orgullosos de tener como Presidenta a Cristina porque se planta en la ONU, en Harvard o donde sea a defender a los 40 millones de argentinos porque es la síntesis junto a Néstor de las mejores experiencias de nuestro pueblo. Fuerza Cristina. Unidos, organizados y solidarios seguiremos transformando nuestro país y Latinoamérica.

Una larga primavera kirchnerista


Por Jorge Giles

 Hay varias cuestiones para analizar, tratando de entender lo que nos viene pasando.

 El sistema político argentino estalló en diciembre del 2001.

 Lo admiten todos los dirigentes partidarios y mediáticos, de la boca para afuera.

 Pero resulta que el movimiento nacional y popular, primero de la mano de Néstor Kirchner y después de Cristina, fue el único espacio social que logró reconstruir su tejido, interpretar el momento histórico  y transformar la realidad.

 Los demás sectores y actores, sin excepción, siguen volando por el aire sin poder dar pie con bola.

Otra cuestión.

 El kirchnerismo es la suma de las clases medias, los trabajadores y los sectores más humildes de la sociedad. El proyecto de país liderado por Cristina los amalgama a todos con políticas de gestión de gobierno y con la dinámica que le imprime a la etapa la creciente participación de la juventud.

 Sin embargo, o quizás porque saben que esta descripción es la pura realidad, el Grupo Clarín instala la falsa idea de que en los cacerolazos “se expresa la clase media” como un todo. Falso de toda falsedad. En esas concentraciones llenas de odio y vacías de propuestas, se expresan las clases más ricas acompañadas, como históricamente pasó, por sectores reaccionarios que por derecha o por “izquierda” aprovechan la volada para subirse a la carroza.

 Otra.

En una democracia cada vez más participativa y con un gobierno que representa genuinamente sus intereses y que demuestra tener muy en claro hacia dónde va, los pueblos no retroceden. Avanzan siempre. Es entonces cuando la memoria colectiva se expresa en las franjas juveniles y no en la franja etaria más envejecida culturalmente.

 El poder monopólico lo sabe y por eso mismo, utiliza la campaña del miedo y el desánimo en los intersticios de cada coyuntura para desbaratar la participación juvenil cada vez más significativa.

 Otra.
Las movilizaciones sociales, sean estas pequeñas, medianas o masivas, están en condiciones de mover el amperímetro de la realidad cuando son capaces de entusiasmar a un grueso de la sociedad en torno a tres o cuatro ideas centrales propositivas y superadoras del cuadro institucional que se está cuestionando y condenando.

 ¿Alguien escuchó alguna idea nueva y superadora de la oposición en sus distintas versiones parlamentarias o caceroleras?

 Otra.
 La América latina se mueve desde hace unos cuantos años a esta parte, Lula, Chávez y Kirchner mediante, del centro hacia la izquierda. ¿Cómo correr entonces por esa franja a un gobierno como el de Cristina? De manera tal que los únicos espacios que siguen vacíos para ocupar, son del centro hacia la derecha. Y siguiendo con este razonamiento, se impone otra pregunta: ¿Dónde está él o los dirigentes opositores con lustre “republicano” que puedan competir con alguna chance en esa competencia?

 La derecha agotó su cantera cuando se quedó sin cuarteles, sin la época dorada del neoliberalismo, sin juego decisivo en su entrismo peronista o radical.

 Para peor de males, hoy está bajo la mira de la ley y la democracia su principal conducción: el Grupo monopólico de medios.

 No les alcanza con el rezago de los que vendieron su alma al diablo, los ex combativos del sindicalismo, devenidos en burócratas que responden al comité central del Clarín.

 Ahora, repasemos.

 El kirchnerismo no es un partido político. Es un movimiento forjado por la sociedad en una encrucijada histórica.

 Si las revoluciones se producen en los callejones sin salida, como decía Bertolt Brecht, Néstor Kirchner fue el que mejor comprendió por dónde se salía de esos callejones en los que estaba la Argentina a finales del siglo XX y principios de este. Por eso, salimos del encierro y la crisis terminal de aquel capitalismo prebendario y financiero del 2001.

 Y allí ya no se vuelve.

 La oposición plantea, como un eco vago de Clarín y La Nación, volver como si nada a ese pasado.

 El movimiento nacional, popular y democrático combina tres factores que, al estar en armonía, resultan imbatibles si no se pierde la paciencia ni se asusta nadie en la primera de cambio.

 Tiene el mejor y más representativo cuadro dirigente del país; hablamos de Cristina, obvio.

 Tiene el mejor y más cohesionado equipo de gobierno para la etapa.

 Y tiene razones muy profundas para seguir ganando, como lo viene haciendo, la batalla cultural del Bicentenario.

 Pase y compare, como dicen los carteles de las tiendas.

 ¿Dónde está el dirigente lúcido que ofrece la derecha para competir en democracia, es decir en las urnas?

 ¿Dónde está el equipo opositor que gobierne mejor que el gobierno kirchnerista? ¿El rejunte del naufragio de la Alianza radical? ¿El rejunte del menemismo duhaldista y el macrismo que no acierta una en la única ciudad grande que gobierna?

 ¿Y dónde están las razones ideológicas, políticas e históricas que asisten a los movidos y promovidos por Magnetto y el diario de los Mitre?

 No habrá esta vez otra batalla de Caseros.

 Esta vez es cultural la batalla. Se trata de confrontar civilizada y democráticamente, ideas, argumentos y vivir cada día mejor que el anterior.

 De eso se trata. De vivir mejor. En una sociedad mejor. Más igualitaria. Más justa y soberana. Más latinoamericana. Y en eso el kirchnerismo le saca varios cuerpos de ventaja a la oposición al saber leer correctamente el proyecto de país que le hace bien a la Argentina.

 El kirchnerismo, mal que les pese a algunos, no está enamorado de manera narcisista del proyecto de su ombligo partidario.

 Un dato que lo ilustra: mientras la oposición suma a los Moyano, el gobierno propone a Martín Sabbatella.

 Vaya con la diferencia.

 La oposición irá de tumbo en tumbo hasta que pueda encontrar un sistema de ideas más complejas en términos políticos y las pueda expresar sencillamente en un nuevo espacio democrático electoral que lo vuelva comprensible para un conjunto social.

 Hasta que ello no ocurra, la democracia seguirá fortaleciéndose como hasta ahora, en torno a un modelo de desarrollo inclusivo y a un proyecto de país integrado a la región. Y de eso se hace cargo el gobierno de Cristina.

"Ya tenemos resuelto el 2015: o es Cristina o es el que diga Cristina"


Edgardo Depetri afirmó que "jamás estuvo en discusión" la realización de una contramarcha para responder a las protestas que se registraron el jueves pasado en la ciudad de Buenos Aires y algunos puntos del país, y señaló que quienes publicaron esas versiones buscan "generar niveles de confrontación o polarización".
 


"Jamás estuvo la discusión de hacer una contramarcha. Lo que estamos haciendo es construyendo fuerza propia, de cara a la sociedad, trabajando en el debate político y social, acompañando a la Presidenta, pero jamás enfrentando a ningún sector que aparezca en el debate político argentino", dijo Depetri en declaraciones a radio La Red.

 Para el diputado del Frente para la Victoria, con este tipo de versiones periodísticas "se intenta generar niveles de confrontación o polarización, y son análisis políticos que intentan generar un título, pero no tienen nada que ver con la realidad".

 Según Depetri, en las protestas del jueves se escuchó "un discurso muy duro, muy descalificante" de parte de "sectores claramente enfrentados con el gobierno nacional, que son los mismos que cacerolearon con (Juan Carlos) Blumberg, con la (resolución) 125 y el campo, contra la ley de medios". "Hay un hilo conductor de un sector social que ha votado en contra del Gobierno y se ha movilizado en cuanta marcha se planteó en contra de este modelo nacional", sostuvo.

 Ante una consulta sobre una eventual reforma de la Constitución, Depetri aclaró que "no hay de parte de la Presidenta ni de ningún integrante del Poder Ejecutivo ninguna decisión de impulsar el tema" y señaló que las opiniones en favor de esa iniciativa son "a título personal". "Nosotros ya tenemos resuelto el 2015: o es Cristina –si quisiera- o es el que diga Cristina", planteó el legislador kirchnerista y agregó: "Nadie puede tirar candidaturas por afuera de la conducción y de la decisión de la Presidenta de la Nación".

La "Noche de los Lápices" y el voto a los 16

Agrupaciones kirchneristas y estudiantiles realizaron un acto a 36 años del secuestro de estudiantes en La Plata, con un fuerte protagonismo de la juventud que se expresó a favor del voto a partir de los 16 años





Con fuertes consignas de respaldo a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, otras a favor del voto a partir de los 16 años y algunas contra el Gobierno de la Ciudad por su política educativa, miles de personas se movilizaron hasta una de las esquinas de la Plaza de Mayo para reivindicar fundamentalmente el rol que ocupan los jóvenes en la sociedad de este domingo.


En el escenario, los protagonistas fueron los estudiantes secundarios de todo el país y dos sobrevivientes de la Noche de Los Lápices, Pablo Díaz y Emilce Moler, quienes junto al diputado nacional Horacio Pietragalla (Frente para la Victoria) conformaron la lista de oradores de la jornada.




Al tomar el micrófono, Pablo Díaz evocó la memoria del fallecido ex presidente Néstor Kirchner, y contó que "antes de que sea presidente me junté con él en La Plata, y me dijo que ya no estaba solo. Yo le dije que no era militante político de ninguna agrupación, sino más bien un referente de los derechos humanos. Él me retó, porque me quería como militante político".

"Yo le dije que quería que los chicos, mis compañeros de aula aparecieran. ¿Y qué hizo? Un proyecto nacional y popular para que yo vuelva a militar. Los incorporó a ustedes (los jóvenes) al proyecto para que los chicos de la Noche de Los Lápices vuelvan a aparecer", sostuvo sobre quien lo "alentó" a dar su testimonio en juicios contra los represores que "nos persiguieron por ser militantes populares".




"Tenemos por delante que cumplir el sueño de una generación, de los hombres de bien, que es el de una sociedad que nos contemple a todos y donde no haya ningún compañero con las necesidades básicas insatisfechas. Somos militantes populares y tenemos un proyecto que contempla a todos los argentinos. Y tenemos referencias políticas que ponen en la mesa lo que hay que poner", concluyó.

Por su parte, Moler se dirigió siempre a los jóvenes y aseguró que "estamos tranquilos de poder transitar junto a ustedes este proyecto y esta maravillosa Argentina que tenemos para adelante", a la vez que sostuvo que "a esa fuerte convicción que tuvimos nos encontró un Gobierno que escuchó e hizo carne la lucha de los derechos humanos, y que hace que este nuevo país sea posible".






Sobre aquella noche de 1976, en la que fueron secuestrados siete jóvenes estudiantes de entre 16 y 18 años, en su mayoría militantes políticos, Moler evocó que los militares "nos robaron la adolescencia, dejamos de ser jóvenes y pasamos a ser subversivos, presos y la peor lacra de la sociedad. Pero después fuimos militantes de derechos humanos, querellantes y víctimas".

"Tuvimos que oponernos a una sociedad que no nos quería escuchar. Pero este domingo realmente se puede hablar y veo en ustedes lo que es ser joven, y estoy aprendiendo a serlo, a recuperar esa juventud que nos arrancaron. Fuimos en esos años lo suficientemente maduros como para oponernos a una dictadura", agregó.

Y concluyó: "Por suerte ahora tenemos la posibilidad y el espíritu de poder entender el proyecto y saber de qué lado tenemos que estar. No me equivoqué en el 76 en luchar contra la dictadura, no me equivoqué al oponerme contra las privatizaciones, y no me equivoco de estar de este lado del proyecto".



Por su parte, el diputado nacional y nieto recuperado por Abuelas de Plaza de Mayo, Horacio Pietragalla, dijo al reconocer a otros nietos presentes en el acto que, "cada vez que vemos a algún nieto de un desaparecido vemos a nuestros viejos, con esa frescura y rebeldía de militancia".

"Recuerdo una frase de Cuba que decía, y esto es para (el jefe porteño) Mauricio Macri que cree que todo se impone, que `la juventud sin rebeldía es una falla de la naturaleza`. Esto es un acto natural, porque sin rebeldía no hay cambio", agregó el legislador nacional, acompañado por otros dirigentes kirchneristas. 



En tanto, Nicolás Ritacco, referente de la Juventud Sindical, anticipó que el secretario general de esa organización y diputado nacional por el Frente para la Victoria (FpV), Facundo Moyano, acompañará con su voto positivo la sanción del proyecto de ley que propone fijar el voto optativo a partir de los 16 años.

Asimismo sostuvo que "hay que incorporar a los jóvenes no sólo en términos jurídico-formales, sino también en términos sociales para que todos puedan comer, estudiar y tener un trabajo formal", y agregó: "¿Cómo no va a haber democracia si estamos debatiendo que los jóvenes de dieciséis años pueden votar?".



Entre los dirigentes que acompañaron con su presencia el acto se encontraban el diputado nacional Andrés Larroque; el titular del bloque kirchnerista en la Legislatura porteña, Juan Cabandié; el embajador argentino en Bolivia, Ariel Basteiro; el secretario general de la CTA, Hugo Yasky; el titular de Aerolíneas Argentinas, Mariano Recalde, entre otros.

La militancia estuvo organizada y representada por agrupaciones de La Cámpora, Frente Trasversal, JP Evita, Nuevo Encuentro, MILES, Kolina, JP Descamisados, Peronismo Militante, Corriente Peronista Descamisados, Partido Comunista, entre otras.

Unidos y Organizados, celebramos la Vida con Memoria

Agrupaciones kirchneristas, docentes del distrito 15, Organismos de Derechos Humanos y estudiantes, realizaron un acto a 36 años del secuestro de estudiantes en la ultima dictadura civico-militar



 Emotiva alocución de Aurora Bellocchio, integrante de Madres de Plaza de Mayo Linea Fundadora  y vecina de nuestra Comuna

 Consignas de respaldo a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, el voto a partir de los 16 años y otras contra el Gobierno de la Ciudad por su política educativa, cerca de 250 personas participaron del encuentro en la Plaza de las Madres del Pañuelo Blanco, en el Barrio de Saavedra de la Comuna 12

Actuacion del Grupo de Teatro comunitario Los Villurqueros







 Muestra de pancartas de detenidos desaparecidos de la Secretaría de Cultura de la Nación,
Taller de Folklore, Mesa de libros, Artesanías


 Grupo de percusión La Chilinga
Participaron y Organizaron

ENTREPUEBLO - ENTRELETRAS - LA CAMPORA - FRENTE TRANSVERSAL - SCALABRINI ORTIZ - 

CENLA - CTA DE LOS TRABAJADORES - UTE - CREDICOOP SUC 42 - CONCERTACION FORJA - 

KOLINA - PARTIDO COMUNISTA - PARTIDO SOLIDARIO - RED CULTURAL CARPANI - VILLURK -

 DESAFIO BICENTENARIO - LA BALLESTERO - CTE. PERONISTA DESCAMISADOS - MOVIMIENTO 

EVITA - COLECTIVO MILITANTE - NUEVO ENCUENTRO - FRENTE PROGRESISTA Y POPULAR -

(MADRES DE PLAZA DE MAYO LINEA FUNDADORA)

(FAMILIARES DE DESAPARECIDOS Y DETENIDOS POR RAZONES POLITICAS)

Quiero a esa gente cada vez más lejos. Y cuanto más los veo, más seguro estoy. Editorial de Eduardo Aliverti del sabado 15 de septiembre






















Unos por poco. Otros, por demasiado.
Y una ¿menudencia?, con tanto de hipocresía como de ingenuidad.
 Esas podrían ser algunas de las definiciones que caben a lo sucedido el jueves a la noche.
El “poco” atañe a quienes, desde el Gobierno y sus alrededores, minimizaron por completo la magnitud de la protesta. Al margen de discusiones bizantinas sobre el número aproximado de manifestantes, fue mucha gente. Mucha. No provino con exclusividad de los barrios acaudalados. No fue sólo en Buenos Aires.
Vamos: con ese mismo volumen de muchedumbre, si es del palo decimos que fue imponente. O, por lo menos, que revela la fuerza popular del modelo siendo que ya lleva casi diez años.
Y también es veraz que el origen estuvo en las redes sociales, porque no podría haber sido de otra forma a partir de que la oposición dirigencial no existe. Este último dato, en gran medida, es lo que llevó a desmerecer la convocatoria porque su proyección sería nula, al carecer de quienes la articulen.
Pero eso no significa que deje de prestársele atención. Si es verdad que “siempre volveremos”, como dijo la Presidenta, también lo es que siempre amenaza la existencia de un núcleo de derecha, activo en más o en menos según las épocas; y conformado por factores de poder que se nutren del privilegio propio, junto con la tilinguería que les hace el coro.
Eso está y que sea un paquidermo medio dormido, o espontaneísta, no quiere decir que deje de ser un elefante.
Tienen recursos, ya lo demostraron en 2008 y, precisamente por no habérselos atendido, se sufrió una derrota que pudo haberse evitado. De esa pérdida se salió fugando para adelante, cuando nadie lo apostaba. Y es eso lo que vuelve a imponerse: a más reacción, más acción.
 Lo de la re-re es una estrategia equivocada que les proporciona gimnasia aglutinante. Es lo único de que pueden valerse y por eso lo amplifican. Del “demasiado” no parece que haga falta agregar mucho. Colegas de la oposición llegaron a permitirse la extravagancia insultante de comparar el jueves a la noche con 2001.
Más de veinte muertos por la represión, cincuenta por ciento de pobres e indigentes, un país incendiado, fueron entusiastamente asimilados a un montón de miles que salieron a pedir “libertad”. La libertad que estaban ejerciendo sin ningún problema.
Se les confirió a los ruidosos la categoría del total de la sociedad, o de su grueso relevante. Quizás baste y sobre con lo que se le escuchó a un salame televisado, en rol de conductor, al momento de la desconcentración.
Alertó que debía chequearse cómo andaba el Roca, porque los protestadores tenían que volver al sur del conurbano y esa línea de tren había sufrido inconvenientes durante el día.
El tipo se pegó un viaje hasta el 17 de octubre del `45. Se creyó que andaba viendo las patas en la fuente de Plaza de Mayo, con las masas indignadas cruzando el Riachuelo. Un tipito, pero emblematizó la visión de los agentes de prensa que compraron o vendieron estar ante una gesta épica, inolvidable, determinante.
Queda el tercer aspecto, que se cuela entre esos extremos de los que ningunean lo ocurrido y quienes le otorgan un valor histórico. Es un componente que viene desarrollándose hace cierto tiempo, estimulado por el discurso de los medios opositores. En todo caso, el cacerolazo lo potenció. Los reaccionarios orgánicos se valen de él porque es una fachada que les permite predicar sus intereses sin retruque probable, al ser un argumento cuyo mentís es de altísima incorrección política. Pero también habrá los preocupados legítimos.
Gente agotada o inquieta, por ejemplo frente al hecho de espaciar relaciones, o directamente perder amistades, porque cada vez que salta lo político -y no hay forma de que no salte, por un lado o por otro y más temprano o más tarde- los choques son irreconciliables. Este tercer elemento es eso de la división de los argentinos.
De los riesgos de profundizar las diferencias, de fijarnos en lo que separa antes que en lo unificador, de no promover el consenso.
Eso de que la confrontación es buscada adrede y no como producto del intercambio de ideas.
Eso de que pueblo dividido es sinónimo de sociedad que no avanzará nunca. Eso de que en una democracia no hay enemigos sino adversarios.
Pues bien: uno ya está harto de estas boludeces monumentales y cree que es hora de salirles al cruce, porque de lo contrario se asienta un embuste que impide debates serios.
¿Desde cuándo resulta que la política no es conflicto invariable y progresivo, si es que realmente hay pugna ideológica y no una escenografía institucional de cartón?
¿O es tan difícil darse cuenta de que estos sectores afiebrados por la necesidad de diálogo -para concederles candor- son el árbol genealógico de la oligarquía, de las masacres de toda nuestra historia, de las dos toneladas de bombas sobre civiles indefensos en junio del `55, del genocidio del `76, del sultán riojano que añoran, de la deuda externa que socializaron, de la propiedad agropecuaria nacida en cada oreja de indio entregada a las huestes de Roca?
 ¿De qué diálogo y de qué dictadura hablan?
¿Así que el pueblo fue y es su enemigo, pero para el pueblo deben ser sus adversarios democráticos?
 El sacerdote quilmeño Eduardo de la Serna, coordinador del Grupo de Curas en Opción por los Pobres Argentinos, le remitió al firmante un texto de sencillez y precisión arrolladoras, hoy publicado por Página/12, en esencia sobre los cánticos, consignas y cuestionamientos vertidos el jueves.
En su mayoría, aunque lícitos de expresar, eran totalmente individuales. Y cita. “Quiero salir a la calle sin que me roben”, era el planteo acerca de la “inseguridad” en reemplazo de la seguridad como bienestar social. “Quiero poder viajar”, como si los millones de pobres hubieran podido ir al extranjero sin que nadie levantara la voz a favor de ese derecho.
“La multitudinaria `marcha del yo´, preocupada por `mis´derechos, se manifestó coherentemente en que cada `yo´ tenía su propia consigna; no había un `nosotros´, un `Pueblo´, salvo en el extraño momento en que se cantó aquello de `si éste no es el pueblo…´ (que dicho sea de paso, al igual que respecto de haber coreado que el pueblo unido jamás será vencido: dejen de robar emblemas de izquierda para aplicarlos a que no pueden conseguir dólares). (…) Pocas cosas me parecen tan clásicas de la `clase media´ argentina como su `amor al yo´, el mismo de Sri Sri, el mismo del `yo, argentino´, del `no te metás´, del `por algo será´, del `en algo andaría´. Multitudinarios `yoes´que pareciera que nunca pueden mirar un `nosotros´. Hace ya 200 años que estamos habituados a convivir (?) unos y otros, puerto y pueblos, civilización y barbarie, blancos y negros…
De Proyectos se trata. Pero mientras unos insinúan siempre el deseo del voto calificado, otros proponen ampliación de derechos aunque los calificados (o clarinificados) no tomen nota. Total, se han copiado siempre”.
Puede agregarse que cuando hay muchas consignas termina no habiendo ninguna, como no sea una expresión de malhumor.
De odio de clase. Finalmente, de impotencia.

Este editorial termina en primera persona, como es de estilo y pertinente aclarar cuando un periodista -más aun en rol opinativo- se dispone a violar una regla básica de la profesión.

Me importa una infinidad cantidad de carajos, y no soy más grosero solamente para no abusar del efectismo, tener el más mínimo grado de consenso con esta gente. 

Casi desde que el mundo es mundo, el mundo se divide en clases. Y en las más postergadas, por obra de las dominantes de la pirámide y sobre todo en las medias, que son el jamón del sándwich, hay franjas asemejadas que hasta salen a la calle para defender intereses que no les son propios sino de quienes las sojuzgan. 

Ante esa verdad incontrastable se puede creer que vale convencer a los privilegiados y a sus loritos por vía del “diálogo”, siempre desparejo gracias a los medios de comunicación que pertenecen a la clase de punta. O practicar el “centralismo democrático” de dar la batalla a través de los hechos, tal y como toda la vida hicieron ellos. No quiero saber absolutamente nada de pacificar relaciones con esta gente. 

No quiero ni diálogo ni consenso con quienes vociferan “yegua, puta y montonera”. 

No quiero sentarme a soportar, ni por un solo segundo, a los que quieren para Cristina el final de De la Rúa. 

Me repugna que salgan a manifestar muchos de los que hace poco más de diez años canturreaban que entre piquetes y cacerola la lucha era una sola, porque les habían pasado la cuenta de la fiesta de la rata.

 No quiero saber nada con esa gente que a la primera de cambio apoyaría el golpe militar del que ya no disponen. 

Quiero tener con ellos una profunda división. Y concentrarme en de cuál manera se garantizaría mejor que se hundan en el fondo de su historia antropológico-nacional, consistente en que el negro de al lado no porte ni siquiera el derecho de mejorar un poquito.

 Quiero a esa gente cada vez más lejos. Y cuanto más los veo, más seguro estoy. 

 MARCA DE RADIO, sábado 15 de septiembre de 2012.

“El que no salta es negro y K”

Sin una consigna unificada, desde distintos barrios porteños marcharon unificados por el rechazo a políticas oficiales. Las limitaciones para comprar dólares, la inseguridad y la posibilidad de re-reelección puntearon el relato.



Por Nicolás Lantos
“El que no salta es negro y K.” La consigna, coreada por un centenar de hombres y mujeres, jóvenes y viejos, prolijamente trajeados o en bermudas y musculosa, definía a la perfección el universo de manifestantes: ni negros ni kirchneristas. Cualquiera que cumpliera esas dos condiciones era bienvenido a una protesta en la que difícilmente dos participantes coincidieran en mucho más que eso. Así, miles de personas, convocadas a través de las redes sociales, los principales medios de comunicación opositores y arengadas por importantes figuras de la derecha (que ayer se cuidó bien de mostrar sus símbolos partidarios para no empañar la supuesta espontaneidad) llegaron por la noche a Plaza de Mayo para participar de la marcha. Entre un enjambre de cámaras pocket y teléfonos celulares de alta gama que registraban todo lo registrable, banderas argentinas y carteles confeccionados a mano, cantaron el Himno, insultaron a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, rememoraron, nostálgicos el “que se vayan todos” pero, más que nada, hicieron mucho ruido.

Cacerolas, sartenes, ollas y cacharros con sus respectivas tapas, vasos, tazas, platos de metal, tenedores, cucharas y cucharones, latas de conservas (vacías), aplausos, silbidos, gritos, redoblantes, tambores, cencerros, panderetas y bombos, silbatos, matracas y vuvuzelas, bidones, botellas de plástico y de vidrio, termos de aluminio, un tacho que en épocas más nobles albergó varios kilos de dulce de batata, envases de desodorante, incluso una campanilla de bronce: todo instrumento al que se le pudiera sacar un sonido se transformó ayer en una herramienta de reclamo para la multitud despareja que protestaba contra el gobierno nacional, una supuesta “diktadura”, tal como denunciaban los carteles y los cánticos, que –al contrario de lo que podría esperarse si fueran ciertas las denuncias que atribulaban a los manifestantes– permitió que la protesta se manifestara en calma y sin el menor atisbo de incidentes.

La violencia estaba del otro lado: “Puta, chorra y montonera”, gritaba hasta desgañitarse un grupo más exaltado que la mayoría de los participantes, mientras golpeaban los objetos que tuvieran a mano contra la reja que divide la plaza en dos desde hace una década. “Morite, yegua, morite”, acotó, al borde de las lágrimas, Raquel, una señora adornada por muchas joyas y un regio bronceado, preocupada porque “te prohíben viajar, te prohíben ahorrar, te prohíben gastar, te prohíben comprar dólares, no se entiende qué quieren que haga la gente”. Mientras tanto, los cantitos continuaban: “Andate a Cuba la puta que te parió”, coreaban algunos. “Pero dejanos los dólares”, agregó un cuarentón con pinta de oficinista, despertando algunos aplausos.


“Me cago en la protesta por los dólares, yo no vine por los dólares. Yo quiero poder salir tranquila a la calle”, sostenía, en cambio, Mariana, empleada de una agencia de publicidad de 32 años que sostenía un cartel con la leyenda “Desacreditame ésta” en negro sobre fondo rojo. “Ojala den crédito a esta minoría que se manifiesta y cambien algo”, se esperanzó. Muchos, de entre los más jóvenes, apelaron a la creatividad a la hora de expresarse. Uno llevaba una pancarta que decía “Tengo 16. No quiero votar, quiero chupar”. Agustín, estudiante de diseño gráfico de 24 años, llevaba otro, dibujado a mano, donde pedía “ser libre como Willy”, junto a un dibujo de la orca que se hizo famosa en las películas. “Quise traer un mensaje positivo y no negativo”, le contó a Página/12. “Vine porque venían amigos y eso me motivó”, explicó ante la consulta de este diario.

Cerca del Cabildo, un camión con altoparlantes repetía consignas opositoras, daba noticias sobre las réplicas de la protesta en algunos barrios y el interior, que eran celebradas por la multitud, y repetía, cada 15 minutos, una grabación del Himno Nacional que inflamaba los ánimos de unos pocos antes de perderse entre el barullo. “Circulen por Yrigoyen”, pedía desde los altavoces, tratando de distribuir de forma pareja a la concurrencia: ocurre que si bien la Diagonal Norte rebasaba de columnas que venían marchando desde Barrio Norte y Recoleta y se instalaban amuchados sobre Rivadavia, lo más cerca posible de la Catedral Metropolitana, la Diagonal Sur, puerta de acceso desde los barrios más relegados de la ciudad, permanecía desierta; la convocatoria realeaba en la mitad sur de la plaza. Aunque no estaba identificado por símbolos partidarios, el conductor del vehículo confirmó que pertenecía a Unión x Todos, el partido unipersonal de la diputada Patricia Bullrich.

“Así empezaron los nazis, adoctrinamiento en las escuelas, aparato de propaganda, en cualquier momento vamos a andar todos con una insignia”, se alarmaba Viviana, una abogada de 46 años, con cara de “y después no digan que no avisé”. Un poco más allá, una mujer joven les mostraba a otras dos, en la pantalla de su celular, una foto de un niño de no más de cuatro años con una cacerola en una mano y un cucharón en la otra. “No lo traje porque estos hijos de puta son capaces de reprimir”, explicaba a sus interlocutoras. El típico aroma de choripanes, vino y marihuana que otras veces inundó la Plaza de Mayo en manifestaciones tanto oficialistas como opositoras ayer dejó lugar a un vaho en el que podían distinguirse diversas fragancias extranjeras. A unos pocos metros de la Pirámide, un puesto de hamburguesas solitario parecía un recuerdo de otra liturgia. Y no tenía clientela.

Juan Carlos se dedica a confeccionar banderas y gorros “de todos los equipos y de Argentina” para venderlos él mismo en cualquier ocasión donde se reúnan multitudes. “No soy opositor ni oficialista, vine a vender”, le contó a este cronista. “El día que más vendí fue cuando derrocamos (sic) a De la Rúa –recuerda–, pero en esa época eran más baratas, salían la mitad. La tela aumentó una barbaridad”, se quejaba. Hoy cada una vale veinte pesos y salen como pan caliente, aunque a unos metros de allí una pareja con una caja regala otras, más pequeñas y de plástico. Un hombre toma un manojo y comienza a repartir entre un grupo de gente, pero todos tenían una ya. “Guardalas, guardalas para la próxima –le sugirió una mujer no muy joven con una camiseta de Las Leonas por lo menos dos talles chico–. La semana que viene, a la misma hora y por el mismo canal.”

Entre lo espontáneo y lo estrambótico


Más allá de la ansiedad que le despierta el 7 de diciembre, la corporación económico-mediática, si bien afectada, mantiene su eficacia. Lo demuestra cada día al construir su relato, con el que pretende suprimir y estigmatizar un proyecto de país que hace menos de un año fue refrendado por las mayorías en las urnas.



En tanto, la era de la hiperconectividad confirmó anoche que reunir a miles de ciudadanos, bajo consignas primarias impulsadas desde el poder concentrado que se oculta anónimo en las redes sociales, es el resultado de una elaboración sistemática de los que no están dispuestos a ceder sus privilegios ni un poquito así. Y ahí radica algo de lo que se pone en juego y que se echó a rodar, una vez más, anoche, en la escena pública. Pero un día antes, cuando Cristina anunciaba un aumento en la Asignación Universal, ciertos sectores medios que ya calentaban sus cacerolas hicieron un poco de ruido para no escuchar que un beneficio, esta vez –otra vez– llegará a millones de compatriotas. Entonces, lo que quedó expuesto en las calles de la Capital Federal y de los principales centros urbanos del país, es que una parte de la clase media no quiere al kirchnerismo. Nada novedoso. 




No es bueno dramatizar ante una manifestación ciudadana, pero tampoco hay que descuidar que detrás de las consignas que se vocearon, por caso, en la zona norte porteña, se concentró bastante odio de clase por metro cuadrado. ¿Qué es si no la descalificación a un gobierno democrático al que llaman dictadura? A las dictaduras se las combate, se las resiste hasta expulsarlas del poder. Por eso el supuesto constitucionalismo expresado ayer, en verdad, es todo lo contrario a lo que insinúa mostrar. Lo de anoche fue un reclamo difuso, pero sectorial al fin. Y clasista. El canturreo de "si este no es el pueblo, el pueblo donde está", definía que el pueblo, el que se expresa en las mayorías, no estaba. El de "las patas en la fuente", el que está en las barriadas populares, en las fábricas, en las universidades del Conurbano, entre aquellos que el mango que ganan lo derraman en el consumo o ahorrando para el futuro de sus hijos y no especulando con el dólar. Esos no estaban ahí. Por más que los planos –cerrados– de TN al ras de "los vecinos", la pantalla partida –remake de la crisis campera de 2009–, la profusión de imágenes que buscaban connotar una multitudinaria concurrencia, no  sean más que el mecanismo reiterado que insiste con imponer una subjetividad del malhumor, de la antipolítica. Y ese es un río revuelto al que los grupos concentrados saben echar sus redes para pescar. Con qué fin, es obvio: no perder sus privilegios. No hubo espontaneidad en la marcha de ayer, por eso el gobierno nacional debe tomar nota de lo que sucedió, porque enfrente se relame la "restauración conservadora", como alguna vez definieron los intelectuales de Carta Abierta. Y como lo recordó Cristina días atrás, cuando señaló que de acá al 7 de diciembre pueden pasar "cosas estrambóticas". 


La historia argentina está atravesada por episodios estrambóticos. Y en esos desbordes, los que perdieron fueron los sectores populares, no precisamente "los vecinos", "la gente" que se encuentra en Twitter para marchar a la Plaza de Mayo pacíficamente y sin pisar el césped. Ya vendrán los que busquen resignificar la planificada concentración de anoche y compararla con las espontáneas manifestaciones de la "primavera árabe" contra las dictaduras. 
Una canallada. 
Ya se verá.