Debate - Cien días: de la sintonía fina a la institucionalización del modelo


Cumplidos los primeros 100 días del gobierno de Cristina Fernández, Forster, Brienza y Jozami desgranan en un diálogo con Tiempo Argentino el presente político y anticipan lo que vendrá en términos de gestión. La relación entre el gobierno y Moyano, el rol de la militancia y la presencia del Estado en el sector energético. 


Por: 
Tiempo Argentino

Tres intelectuales significativos, tres analistas políticos fecundos y tres destacados nombres pertenecientes a tres generaciones distintas del pensamiento argentino se juntaron a debatir. Un escritor y economista, un filósofo y ensayista, y un politólogo, historiador y periodista, discurrieron e intercambiaron ideas y conceptos sobre las principales cuestiones y puntos estructurales que atraviesan la escena política contemporánea. Eduardo Jozami, Ricardo Forster y Hernán Brienza dialogaron y reflexionaron sobre el cauce que viene tomando esta nueva etapa iniciada a partir del 54% obtenido en octubre, las últimas medidas y las que parecen aproximarse, las características de la militancia juvenil que irrumpió en los últimos años, el punto sin retorno en el que aparece la relación del kirchnerismo con el moyanismo y la posición del gobierno respecto de las Islas Malvinas. 

El integrante de Carta Abierta, director del Centro Cultural Haroldo Conti y biógrafo de Rodolfo Walsh; el filósofo y también integrante del espacio que reúne a intelectuales y artistas, y el columnista político de Tiempo Argentino mantuvieron una rica y jugosa conversación llena de aportes y elementos para interpretar el momento histórico en marcha. 
 
–La presidenta eligió el concepto de “sintonía fina” para delinear los objetivos de la etapa actual. Antes de las elecciones, la consigna era la “profundización del modelo”. A partir de las últimas medidas y políticas desplegadas por el gobierno, ¿cómo se vincularían ambas nociones?

Eduardo Jozami: –La profundización del modelo tiene que orientar la dirección de  este proceso histórico que lidera el gobierno. La idea de sintonía fina, menos precisa semánticamente, fue analizada asociándola a la crisis económica internacional e, incluso, hubo algunos que quisieron verla vinculada al comienzo de una supuesta política de ajuste. Ahora, unos meses después de anunciada, esta idea es imposible de plantear. El gobierno ha seguido avanzando en el terreno de la economía con medidas absolutamente contrarias a cualquier giro regresivo o conservador, como fue la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, o lo que se empieza a hacer en el área de petróleo. Todo indica que el Estado marcha a tener un mayor control de la producción energética y una participación mayor en la producción energética mediante YPF. 

Ricardo Forster: –Esta es la tercera etapa de un proyecto histórico iniciado en 2003. La primera estuvo caracterizada por un proceso de reconstrucción y reparación. Aquello que Néstor Kirchner definía como “la salida del infierno”, que implicó alianzas con sectores del establishment pero también poner sobre la mesa la necesidad de recuperar derechos sociales y la política de Derechos Humanos, que fue clave. La segunda etapa implicó, a partir de la crisis de la 125, la confrontación con estructuras corporativas y algunos de los aliados de la primera etapa. Y replanteó, con mucha intensidad, hacia dónde vamos con medidas muy consistentes y decisivas. La reestatización del sistema jubilatorio, la Asignación Universal por Hijo, o lo que fue la construcción de un modelo de confrontación con los grandes medios de comunicación, que tuvo como eje central la disputa por la Ley de Servicios Audiovisuales. La tercera etapa expresa la necesidad de definir un conjunto de cuestiones no menores y también de afrontar ciertas dificultades internas y externas. El peso de la crisis se manifiesta de una manera más intensa pero también han llegado a un límite muy claro algunas alianzas y acuerdos estables con sectores tradicionales del poder económico que hoy miran lo que está pasando con cierta reticencia. Lo que está sucediendo en relación a la cuestión energética le pone un límite a matrices que vienen de los años ’90. El kirchnerismo mostró que acelera, en cada momento de tensión o dificultad, y últimamente ha tomado decisiones muy significativas. Estamos frente a una pregunta que es si se puede construir una burguesía nacional como pretendía el kirchnerismo. Y frente a una posible respuesta, que es si frente a la desidia o lo endeble de un proyecto burgués nacional, no es el Estado el que tiene que asumir responsabilidades que ningún otro actor económico asumió. Esto es lo que se está discutiendo. Con YPF, con la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central, con lo que implica la problemática del transporte y la sustitución de importaciones. El kirchnerismo es la fuerza política por excelencia de la Argentina contemporánea. Me preocupa que la oposición sólo aparezca expresada en los medios hegemónicos. Pareciera que toda la ofensiva viene por cuenta de Clarín y La Nación. 

Hernán Brienza: –Desde el 22% de 2003 hasta el 54 de 2011, el kirchnerismo fue un poder político manifestándose como contrapoder, un poder que, al mismo tiempo, jugaba de oposición contra los poderes reales. Era el poder político que se enfrentaba a los poderes políticos establecidos, peleaba contra las grandes corporaciones. Siempre estaba en la periferia de la escena del poder. Eso tiene que ver con la debilidad originaria del 22% que fue sostenida por el cuarenta y pico del 2007, pero el kirchnerismo se constituye identitariamente entre el 2008 y el 2011. Cualquiera que se considere kirchnerista va a decir que terminó de confirmar su adhesión entre 2008-2011. Después del 54%, se desplaza de los márgenes al centro del poder, en términos políticos pero también simbólicos de identidad. Venía del llamado de profundización a un modelo que era alternativo a los poderes establecidos. ¿Cuál es la estrategia que hay que seguir ahora? Las transformaciones están hechas, vamos a ver la sintonía fina del modelo. ¿Cuál es la sintonía fina? Adecuar la realidad económica, política y social a este modelo. Hace unos meses, yo pensaba que la sintonía fina significa la adecuación, el cierre de las transformaciones. El kirchnerismo tiene una lógica política del juego de María La Paz, un paso para atrás y dos para adelante. Cuando parece que frena, lleva adelante una batería de políticas como las del Banco Central, el Código Civil y la política energética. Pero después te plantea la institucionalización de lo ocurrido. Y cuando se muestra enemistado al moyanismo –yo creo que no con el movimiento obrero organizado–, anuncia la suma del 20% del mínimo no imponible. El kirchnerismo tiene como una de sus características salientes que no se deja marcar la cancha por nadie. 

–Entre la 125 y los meses posteriores al fallecimiento de Néstor Kirchner, se cristalizó un crecimiento fenomenal de la militancia. ¿Qué opinión tienen del tipo de militancia que se generó y de los espacios políticos existentes?

Forster: –Estamos en un momento histórico extremadamente potente, que se ha visto conmovido por el retorno de la militancia.  Que hayan sido los jóvenes los que sintieron el impacto de la interpelación de Néstor Kirchner, que hayan construido espacios de organización, es algo muy importante que nos sorprendió a todos. Cualquiera de nosotros, si hubiera proyectado una escena de politización como la actual en la Argentina en los años ’90, jamás lo hubiera vislumbrado de este modo. Más bien pensábamos que la política cada vez tendía más a pasar por lugares periféricos. Ahora, al mismo tiempo, hay dificultades que merecen ser pensadas. Cuando se da la derrota electoral de junio del 2009, Néstor y Cristina toman la decisión de amplificar las voces participativas y militantes. Se dan cuenta de que es necesario que el kirchnerismo gane las calles, los pueblos, las plazas, que dé una batalla cultural significativa. La 125, y creo que Hernán lo dijo muy bien, fue un punto de partida de una nueva interpelación, de un entusiasmo. Pero junio del 2009 le planteó al kirchnerismo un desafió muy fuerte, que Néstor Kirchner traduce en una metáfora de tradición política muy intensa, como es aquello de “Que florezcan mil flores”. Ahora hay un poco de desconcierto. Ese tramo que tuvo momentos extraordinarios como el Bicentenario, la conmemoración del 24 de Marzo del 2012, lo que significó como parteaguas de la historia contemporánea la muerte de Néstor Kirchner y el camino a octubre. A partir de ese cambio considerable que implica una legitimación del 54%, hay una suerte de espera a cómo se toman las decisiones. Yo soy de aquellos que piensan que en los procesos de transformación de matriz popular los liderazgos fuertes son fundamentales, pero también creo que esos liderazgos se consolidan en su despliegue histórico cuando, al mismo tiempo, se van multiplicando las apoyaturas social-políticas, las formas de participación y militancia. Ahora estamos en un momento de espera. El kirchnerismo siempre tuvo dentro una matriz decisionista. Esto es, no ir procesando de a poco las acciones significativas, explicándolas progresivamente al conjunto de la sociedad y la militancia, sino con actores de sorpresa, de torsión. Le plantea distintas formas de organización, el desafío de cómo vincularse con esta potencia de liderazgo de Cristina, con su capacidad de decisión. Cómo se teje esa apoyatura social, militante, participativa, con la potencia de acción que proviene del liderazgo de Cristina, es cuestión que no se puede soslayar. 

Brienza: –Hay una falta de modelos organizacionales. Esto tiene que ver con que el modelo clásico del partido tradicional de masas se diluye en los ’80 y, entonces, hay que hacer nuevas formas de construcción política. Eso avanza hacia las organizaciones sociales, hacia la militancia si se quiere solitaria, y se caracteriza por su participación movible y voluble. Nunca termina de encajar en un encuadramiento orgánico como el que se conocía en los partidos clásicos, incluso el peronismo, que era movimientista, que tenía una construcción orgánica férrea. No hay modelo histórico de contención de los movimientos sociales que, desde su nacimiento, son independientes. Hay un gran avance de la militancia juvenil, de base, que no es correspondida por los cuadros medios, por lo que uno podría llamar el “coronelato”, que no encuentra cómo hacer de correa de transmisión entre la conducción y los sectores juveniles. Al mismo tiempo, hay una herramienta política que es el Partido Justicialista, que es poco más que un sarcófago político, una construcción vacía donde el kirchnerismo no puede penetrar porque son cotos de los gobernadores provinciales o están vacíos y no tienen incidencia sobre las políticas públicas. Es cierto que el peronismo siempre fue decisional; sin embargo, antes, existían lugares donde se articulaban voces en las cuales un líder escuchaba las demandas de las bases. Pero hoy la participación política no pasa por los partidos, pasa por otros lugares mucho más tamizados. 

Jozami: –Está en sintonía con un proceso profundo de transformación la existencia de un liderazgo convocante. Hay una crisis de las viejas formas de la política argentina que estallaron en el 2001 y nunca terminaron de recuperarse porque tanto el PJ como la UCR son ni siquiera la sombra de lo que fueron. La posibilidad de profundizar este proceso a través de una continuidad en el tiempo tiene que ver con la consolidación de las formas organizativas. No creo que la necesidad de organizarse se agota en una reforma de las estructuras, lo cual no quiere decir que la situación ideal sea la de un PJ congelado. Sería deseable que fuera un ámbito más participativo y que permita expresarse de algún modo más orgánico. Pero sí hay un movimiento de hecho que constituye al kirchnerismo y es importante la relación con los distintos actores que lo componen. Es interesante hablar de La Cámpora porque hay un intento de demonización que es curioso, porque este es el emergente más importante de ese proceso de repolitización juvenil. La existencia de un grupo juvenil que respalde las posiciones del gobierno y tenga la convocatoria que tiene es un hecho insoslayable. 

Forster: –Cuando uno recorre distintos espacios político-sociales vinculados al kirchnerismo, daría la impresión de que la inquietud tiene que ver con los canales de diálogo. Con el modo en el que se establecen los lazos entre aquellos que están en los territorios y los sitios en los que se suelen tomar las grandes resoluciones. Pero es seguro que en el diálogo entre Cristina y los distintos actores sociales-políticos, un diálogo que no suele ser público, hay una serie de debates en torno a lo que debe hacerse y que existe una circulación de ideas. Eso está pasando en ciertas áreas del Estado donde se discute cómo resolver la problemática de la energía, la cuestión de YPF, etcétera. 

–Para el Día del Trabajador, el kirchnerismo realizará un acto en Vélez con la presencia de la presidenta, y el moyanismo prepara otro en la Plaza de Mayo. ¿Cómo ven la cuestión sindical actual y cómo puede influir el resultado de las elecciones que se realizarán en la CGT? 

Forster: –Me parece realmente importante discutir el lugar ideológico-estructural del movimiento obrero organizado. El debate tiene que ver con eso más que con la figura en sí misma de Hugo Moyano. Si el kirchnerismo es la continuidad del modelo del primer peronismo, donde la CGT era la columna vertebral, o si expresa cambios en la estructura social y las representaciones políticas, culturales, ideológicas; cambios en el sentido común, la opinión pública, al interior de las estructuras sindicales y de la clase trabajadora, al punto que redefine el lugar del movimiento obrero organizado. Moyano, en un punto, sigue leyendo el lugar del movimiento obrero bajo la premisa del ’45. La respuesta de Cristina ha sido reconocer el papel significativo de la CGT, pero no hay que perder de vista que en la Argentina de las últimas décadas se amplió el espectro genérico de lo que llamamos “clase trabajadora” o “el pueblo trabajador”. Hoy el kirchnerismo opera como un movimiento reformista en términos sociales, transgresor en relación a las directrices económicas dominantes, pero que no ubica al movimiento obrero como el centro de su acción político-social. Durante varios años, intereses mutuos, la reconstrucción del tejido social y laboral, provocó que la CGT tuviera un lugar neurálgico; pero eso cambió, no tiene la misma lógica y la misma dinámica.
 
Jozami: –Es muy interesante la discusión respecto al lugar que ocupa el movimiento obrero y, de algún modo, qué lugar puede aspirar a ocupar legítimamente. Esta es una discusión que ha ido cambiando a medida que se desarrolla el proceso de gran recuperación política, económica y social que se impulsa desde el 2003. No hay que soslayar que durante la crisis del 2001, iba ganando fuerza la idea de que el movimiento obrero perdía más representatividad social como consecuencia del aumento del desempleo. La pregunta que uno tiene que hacer es: ¿Cuánto cambió, en la práctica, esa mirada? Con la recuperación económica y laboral, el movimiento recuperó un lugar importante. Pero coincido con lo que decía Ricardo, que no es el lugar que ocupaba durante el primer gobierno de Perón. Es obvio que la política del kirchnerismo lo tuvo y lo tiene como un actor muy importante. Es difícil hacer pronósticos de cómo va a seguir la situación interna de la CGT. Hay dos puntos en los cuales no hay que retroceder: el primero, que haya una línea sindical que mantenga el apoyo hacia el proyecto iniciado en 2003, y seguir impidiendo que los “Gordos”, que estuvieron orgánicamente comprometidos con el menemismo y fueron neutralizados en estos años, recuperen el poder. 
    
Brienza: –Hay un drama en el sentido de lo trágico de la palabra, que es que el sector del movimiento obrero más acorde al kirchnerismo está enfrentado por razones que uno no sabe si son personales, políticas, ideológicas, funcionales o circunstanciales. Y lo que uno teme es que sean motivos meramente circunstanciales y que por nimiedades se termine perdiendo una alianza que es fundamental para la construcción del kirchnerismo hacia el futuro. No me cabe ninguna duda de que el sector del moyanismo es más similar y son más las confluencias con el kirchnerismo que en el sector de los “Gordos”, el de Miceli de la CTA e, incluso, el sector de los independientes, que tiene una lógica sindical más ligada a lo puramente asociativo, que no tienen una mirada político-ideológica sobre la realidad nacional. En esa línea que va entre el moyanismo al yaskismo hay un núcleo de confluencias ideológicas muy duras con el kirchnerismo, y quebrar esa alianza es un error en el que pierden los dos. 

–¿Cómo analizan la posición del gobierno respecto a la permanencia colonialista de Inglaterra en las Islas Malvinas?  

Forster: –El discurso de Cristina en Ushuaia me parece una pieza notable, incluso en su propia historia como oradora que es notable en sí misma. Logró juntar lo que parecía difícil de juntar bajo una premisa muy clara: el concepto de soberanía nacional y territorial se sostiene desde el fundamento de toda soberanía, que es la social-democrática. Y que tampoco una causa puede justificarse como gesta si los que la llevan adelante son regímenes dictatoriales y genocidas. Cristina expresó que el 2 de abril es el día que nos permite revindicar a los soldados y a los que sufrieron lo que fue un manotazo de ahogado de la dictadura.

Brienza: –El kirchnerismo ahí ha hecho un trabajo cultural muy interesante que tiene que ver con la recuperación de lo nacional como variable de debate para la sociedad argentina. Primero tuvo que ver con la recuperación de la dignidad nacional; luego en el Bicentenario con el orgullo de la identidad nacional; y el tercer paso, si se quiere, es el de la soberanía política como soberanía nacional. A mí me parece que el discurso histórico es el que da hace un mes, en la Casa Rosada. Ese discurso es casi tan importante como el que da Néstor en la ESMA, porque es la primera vez que el Estado dice Gloria y Honor a los combatientes pero, además, Verdad y Justicia con la desclasificación del Informe Rattenbach. El gobierno hizo una doble operación: se puede revindicar Malvinas sin revindicar la decisión de la dictadura. La complejidad con la que el gobierno abordó Malvinas fue liberadora para distintos sectores que miraban esa causa con mucha angustia. Que Giaquino sea el primer muerto en Malvinas y que haya sido un represor y torturador genera una angustia brutal en términos espirituales, porque cómo puede ser que alguien sea un torturador y un héroe a la vez. Y es posible que sea las dos cosas a la vez: torturador y héroe, y eso es lo que nos genera angustia.
  
Jozami: –El gobierno se animó con el tema Malvinas en términos que hasta ese momento no se habían planteado. Pudo integrar dos miradas que parecían contradictorias. La presidenta dijo: “ni vamos a dejar de defender la soberanía nacional ni vamos a revindicar ninguna decisión de la dictadura”. La idea de un proyecto nacional no es meramente retórica sino que se inscribe en un marco latinoamericano, con la dirección de un gobierno democrático y que sólo tiene sentido con la trasformación social como destino necesario.  


 

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