El político que concentró el monopolio de los medios de Italia
Il Cavaliere otra vez arriba del caballo
Millonario, histriónico, ambicioso, ahora eterno. Mientras Berlusconi amasaba una fortuna con sus negocios, crecían los procesos judiciales en su contra por corrupción. Siempre logró salir ileso.
Berlusconi vuelve con la receta dura para Italia
En su campaña electoral del 2006, Silvio Berlusconi dijo que era el “Jesucristo” de la política, prometió abstinencia sexual hasta el día de la votación y llegó a asegurar que el general fascista Benito Mussolini nunca había asesinado a nadie. Así el empresario millonario intentó ganarse por tercera vez al electorado, después de haber sido primer ministro en 1994 y en 2001. Sin embargo, no pudo. El envío de tropas a Irak, la reforma laboral, el despido de periodistas opositores, las denuncias de corrupción y las movilizaciones de protesta durante los años que gobernó favorecieron al candidato de centroizquierda, Romano Prodi. Lejos de darse por vencido, el líder conservador continuó la batalla desde el senado y aguardó la caída del deslegitimado Prodi. Tras una campaña menos ambiciosa y con una mayor exigencia de “sacrificios” a la población, ayer Il Cavaliere reconquistó el poder.
Hijo de un directivo bancario, Berlusconi es a sus 71 años el tercer hombre más rico de Italia y el número 90 en el mundo, según el ranking del 2008 de la revista Forbes. Su millonario capital lo amasó en una carrera empresarial que inició desde muy joven. Ya en la escuela demostró su habilidad para los negocios, vendiendo sus apuntes de clase al resto de los compañeros. Pero fue recién a los 25 años cuando estrenó su primera firma, la constructora Cantieri Riuniti Milanese.
En los años ’70, se lanzó al mundo de la comunicación fundando las cadenas locales Telemilano y Canale 5. Seis años después compró el diario Il Gornale, de centroderecha, y creó el grupo Fininvest con el fin de integrar sus propiedades televisivas, de prensa, publicidad, edición, seguros, y servicios financieros. En 1983, acabó con el monopolio de la televisora estatal RAI tras adquirir los canales nacionales Italia 1 y Rete 4. Gracias al premier de ese entonces, su amigo Betino Craxi, el gobierno legalizó el imperio televisivo de Berlusconi. A raíz de su creciente poder, la revista liberal The Economist lo acusó de controlar el 90 por ciento de la TV italiana durante su segundo mandato como primer ministro.
En 1993, Berlusconi desembarcó en la política con la creación del partido derechista Forza Italia. Tras una campaña de tan sólo dos meses en la que prometió un millón de empleos y administrar el estado como si fuera su empresa al mejor estilo de Mauricio Macri, obtuvo una victoria aplastante en las elecciones de marzo de 1994. Enseguida, esbozó una alianza con las fuerzas de derecha, entre ellas los neofascistas reconvertidos en la Alianza Nacional (AN), la Unión de Demócrata y Cristiana de centro (UDC) y la separatista Liga del Norte (LN).
Sin embargo, aquel gobierno duró poco. Desestabilizado por la oposición, los polémicos decretos, y escollos judiciales, la LN le quitó su confianza precipitando la dimisión de Berlusconi a fin de año. Mientras sus negocios crecían, también lo hacían los procesos en su contra, a tal punto de que entre 1996 y 2000 tuvo abiertos hasta cinco juicios por corrupción en su mayoría. No obstante, siempre salió ileso.
En el 2001, volvió a ser primer ministro, esta vez al frente de la Casa de las Libertades, una coalición conservadora similar a la de su primer mandato. Durante su gestión, Italia envió 3200 soldados al sur de Irak, el tercer contingente más importante después de Estados Unidos e Inglaterra. En materia laboral, flexibilizó los nuevos contratos de trabajo y en el 2004 elevó la edad mínima para jubilarse. Pero en el 2006 comenzó el ocaso de su mandato que concluyó ese año. Como lo reconocieron después algunos de sus propios aliados, el segundo gobierno de Berlusconi no cumplió muchas de las promesas que había hecho.
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