Salvador Allende: Un faro desde América Latina
La epopeya de Allende confirmó lo que anticipaba el Che: que en una revolución verdadera, como la que se desencadenó en Chile, se triunfa o se muere. Es la lección de Chile. El pueblo de Allende, sin duda, volverá a luchar por una sociedad más justa sin olvidar esa enseñanza.
Un nombre cuya huella no sólo dejó su impronta en la historia de Chile, sino también en el imaginario político del mundo contemporáneo. Los 100 años de Allende no fueron de soledad, sino de compromiso creciente con los pobres y postergados, con los soñadores de sociedades más justas y con los impulsores de un orden internacional sin dominadores y dominados.
Allende siempre actuó en el marco de las instituciones constitucionales. Sostenía que la libertad es el espacio ideal para construir una mayor igualdad.
Por eso, esta conmemoración también nos convoca a una pregunta esencial: ¿por qué los Mil días de Allende como presidente de Chile han capturado la imaginación de tantos en todo el planeta? Esa experiencia suscitó emociones mayores, también discusiones profundas, al igual que sueños derrumbados cuando bullían los entusiasmos. Algo especial hubo allí, capaz de provocar una tremenda ola de solidaridad que movilizó a los mejores hombres y mujeres de todos los continentes. Como Allende lo dijo: "Pisamos un camino nuevo; marchamos sin guía por un terreno desconocido; apenas teniendo como brújula nuestra fidelidad al humanismo de todas las épocas".
Esos Mil días tuvieron lugar en un Chile republicano. Un país respetado en el mundo por la forma como, a poco andar de su independencia, estuvo en condiciones de cimentar una república en bases sólidas. Allende actuó siempre en el marco de las instituciones constitucionales y las defendió en su mérito y en su condición de instrumentos reguladores de su propia transformación. Esa convicción determinó su conducta política desde sus primeras responsabilidades parlamentarias hasta su decisión de acabar con su vida cuando esas instituciones eran barridas por la fuerza.
Allende emerge de un país donde amplios sectores aspiran a mayor igualdad y justicia. En el Chile de comienzos del siglo XX donde la izquierda se fue haciendo cada vez más fuerte. Liberales y radicales del siglo XIX en su brega por mayores libertades y tolerancia abrieron el camino para las demandas sociales por largo tiempo sofocadas; así, cinco años antes de la revolución soviética, en junio de 1912, se funda el Partido Obrero Socialista, nombre inicial del Partido Comunista, el cual una década después logra tener dos diputados en el Parlamento. A comienzo de los años treinta emerge un fuerte Partido Socialista, en cuya fundación participó Allende.
Esa izquierda fuerte y en ascenso avanzó en tiempos de guerra fría y por ello el conflicto ideológico mundial también tuvo, como en otros países, su proyección al interior de Chile. Cuando llegan los magníficos sesenta, Chile vive un fuerte desarrollo político en torno a sectores de avanzada.
El sueño socialista y democrático de Salvador Allende ha prendido en los nuevos líderes de América Latina, a pesar de haber sido sangrientamente interrumpido por un ejército antinacional, pelele del capitalimo imperialista estadounidense.
La epopeya de Allende confirmó lo que anticipaba el Che: que en una revolución verdadera, como la que se desencadenó en Chile, se triunfa o se muere. Es la lección de Chile. El pueblo de Allende, sin duda, volverá a luchar por una sociedad más justa sin olvidar esa enseñanza. Heroicamente, se calzó un casco para medirse de igual a igual con generales traidores y rastreros, que el 11 de septiembre (de 1973) mandaron tropas, blindados, artillería y aviones a atacar por tierra y aire al indefenso palacio de gobierno.
El heroísmo de Allende, que no alcanza a superar ninguno de los militares que aparecen en la historia épica de Chile, tampoco lo esperaban muchos políticos que combatieron a su gobierno y otros que lo apoyaron, afirma hoy en un editorial M. Cabieses, de la revista chilena Punto Final.
Los que midieron a Allende por las apariencias, se equivocaron. No percibieron la madera de inmortalidad con que estaba tallado ese hombre.
Han pasado los años, las sombras del olvido empiezan a cubrir el terrorismo de Estado de militares y empresarios vende-patria, la lucha clandestina, la resistencia y sus miles de héroes y mártires. Se desgranan, uno a uno, los pusilánimes y monótonos años de corrupción y oportunismo de la Concertación. Sin embargo, la admiración y respeto por el gran presidente que fue Salvador Allende han crecido. Su valor y consecuencia de estadista y revolucionario alientan a retomar la lucha por el socialismo. Más información en @DIN
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