Cuando la presidenta Cristina Fernández retome mañana su actividad en la Casa Rosada, seguramente interrumpirá la perezosa siesta estival de la política, disipará el embole de los editores periodísticos y marcará la agenda para que los dirigentes opositores puedan continuar con sus réplicas.
El receso impuesto por la operación presidencial trastocó el funcionamiento del mundillo político y confirmó que la agenda nacional es marcada inexorablemente por ella.
Sin los temas que imponen sus actos y discursos, los medios opositores se dedicaron durante un par de semanas a un antiético y desdoroso cotilleo acerca de la enfermedad presidencial.
Constituidos en gran medida sobre la base de rechazar las iniciativas oficiales, los dirigentes opositores quedaron desactivados por la obligada inactividad de la presidenta.
Con el Parlamento en virtual receso, el primer mes del año suele ser de calma chicha. Pero la convalecencia presidencial puso totalmente de vacaciones a la política y generó un estridente silencio mediático.
La centralidad de Cristina y la incapacidad opositora para imponer su propia agenda fueron los datos salientes del comienzo de este 2012. Quedó claro que, para bien o para mal, todas las decisiones pasan por ella.
El vicepresidente en ejercicio de la presidencia, Amado Boudou, se mantuvo trabajando, pero con una prudente exposición mediática, para no dar pábulo a que nadie se atreviera de decir que abusaba de la bicicleta que le prestaron.
El oficialismo sólo quebró un tanto la siesta estival con la denuncia por los sobreprecios cobrados por las petroleras en el gasoil y la ratificación parlamentaria del decreto de necesidad y urgencia que estableció una revisión de los plus en los sueldos estatales.
En medio del horno porteño, los editores y productores periodísticos sólo interrumpieron sus bostezos cuando el primer ministro británico, David Cameron, produjo el mejor chiste del verano al afirmar sin pudor que la Argentina es colonialista.
La broma despabiló un tanto a oficialistas y opositores, en inédita y refrescante coincidencia. Otra ayudita para los flacos titulares de enero llegó también del exterior, cuando Estados Unidos instó a la Argentina y a Gran Bretaña a sentarse a dialogar por Malvinas.
La cuestión de las islas australes les permitió a los editores de política retomar la iniciativa que perdieron frente a sus colegas de la sección Sociedad o Información general, que suplieron el silencio político de estos días con el desgarrador e inaudito caso de la nena entrerriana de once años, o con el combate de la barra brava de Nueva Chicago dentro del Hospital Santojanni.
Pocos fueron los días de enero en los que los responsables de la sección política de los medios pudieron acercar a la dirección de sus medios un mendrugo informativo medianamente digno de tapa.
La escena se repitió hasta el aburrimiento en las redacciones. Cada vez que el jefazo lanzaba su cotidiana pregunta: “¿Que hay hoy?”, el responsable de la sección política confesaba resignado: “No hay nada”.
Pues bien, se acabó el suplicio para esos esforzados editores que enfrentaron el blanco de sus páginas con ingenio y aguantaron a pie firme este tórrido enero.
Y también se termina para los desorientados opositores, que no encuentran a quién responderle. Mañana vuelve Cristina y, seguramente, la política.
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