¿Qué significa la caída del desempleo? Por Carlos Tomada


La Presidenta de la Nación anunció en el primer acto oficial luego de su licencia que, en el cuarto trimestre de 2011, la tasa de desocupación alcanzó al 6,7 por ciento, es decir que se produjo una reducción del 0,6 puntos porcentuales en comparación con el mismo período de 2010.
Es importante señalar que este descenso no es un dato positivo más, sino que marca un hito en el proceso de reducción sistemática del desempleo iniciado en el año 2003. Por primera vez se desciende del umbral del 7 por ciento, lo que implica que en el último trimestre del año pasado se registró la menor proporción de personas activas sin empleo de los últimos veinte años. Esto es trascendente en una sociedad que, durante la década del noventa, vio cómo el desempleo se instalaba en su realidad cotidiana; una sociedad que sintió y vivió el miedo a no contar con el sustento necesario para su presente y para su futuro. Trabajadores que vivieron “disciplinados” y angustiados hasta finalmente rebelarse frente a la amenaza de no conseguir trabajo, como ahora mismo está sucediendo en muchos de los países desarrollados, donde la desocupación no deja de aumentar.
No obstante, la notable y progresiva reducción de la desocupación es tan sólo una de las dimensiones de la profunda transformación de la estructura laboral de precariedad y exclusión social heredada de las políticas neoliberales. El modelo socioproductivo sostenido y profundizado por Cristina Fernández de Kirchner generó las condiciones macro y microeconómicas para la promoción y expansión del trabajo de calidad. Así, la inclusión de cada vez más trabajadores en empleos dignos se constituyó en uno de los canales que, junto con la ampliación del sistema de protección social, permitieron considerables avances en las condiciones de vida de los argentinos y en una mejora de la distribución del ingreso. La importante reducción de la inequidad que se produjo en estos últimos ocho años se explica en casi un 60 por ciento por el crecimiento de los ingresos provenientes del trabajo registrado.
A esto aporta la dirección impuesta a las políticas económicas y sociales, desde las impulsadas por el Ministerio de Ciencia y Tecnología o los de Industria y Turismo hasta las sostenidas sistemáticamente desde el Ministerio de Educación o el de Desarrollo Social, por citar algunos de los todos.
El empleo formal –registrado en la Seguridad Social–, que garantiza dignidad y seguridad tanto para el trabajador como para sus familias, con los derechos y beneficios que establece la norma, mantuvo su tendencia creciente también durante el último año. En efecto, hasta setiembre de 2011, el nivel de empleo registrado se incrementó un 5 por ciento en relación con igual trimestre del año anterior, lo que implica la creación de alrededor de 300 mil puestos de trabajo formales durante el último año.
Esta expansión del empleo formal permitió que una cantidad significativa de desocupados y trabajadores en inserciones precarias accedieran a trabajos registrados y ejercieran sus derechos, mejorando sus condiciones laborales y salariales. La persistencia de esta dinámica implica la remoción progresiva de la segmentación laboral, una de las problemáticas estructurales más graves que caracterizaba al mercado de trabajo argentino. Este es otro logro alcanzado en materia laboral: haber dado continuidad a la reducción de la incidencia de la informalidad, la primera contracción sistemática de este flagelo en las últimas tres décadas.
Los resultados obtenidos surgen de procesos muy dinámicos en el mercado de trabajo. Lo que aparece como una foto: la disminución del desempleo, la caída de la informalidad corresponden, por un lado, a flujos de trabajadores que de manera permanente van pasado de la informalidad a la formalidad, pero también de aquellos inactivos o desempleados que se integran al trabajo, a la actividad económica del país. Por el otro, de empresas que resuelven expandir o mantener la demanda de personal, según la lectura que hagan de la coyuntura. Empresas y trabajadores adoptan estrategias cambiantes según los ciclos, lo que da cuenta de una estructura ocupacional dinámica e inclusiva. Estos datos del 2011 son indicativos tanto de la recuperación post crisis y acompañamiento del crecimiento económico, como de la confianza de los actores en la continuidad de las políticas.
Allá por fines del siglo pasado, muchos pensaron que los cambios en el empleo y la inclusión eran estructurales. Bajaron los brazos, sostuvieron políticas de resignación frente al empleo, buscaron respuestas compasivas. El proyecto político desplegado desde el 2003, ratificado en 2007 y plebiscitado en 2011, retomó al trabajo como eje de la inclusión, el protagonismo de la economía real (empresarios y sindicatos) y la pérdida del miedo al desempleo como factores centrales de la recuperación de la dignidad y del desarrollo económico y social de la Argentina.
La mejora en la cantidad y calidad del empleo fue facilitada por el diálogo permanente con los empleadores y las organizaciones de trabajadores. En este sentido, la dinámica de la negociación colectiva durante 2011 siguió funcionando con regularidad, acompañando la expansión de la creación de empleo y la recuperación de derechos. La gran cantidad de convenios y acuerdos colectivos pactados en el año (cerca de 2000), de los más diversos sectores económicos, por rama de actividad y ámbito de empresa, firmados por organizaciones de trabajadores de primer y de segundo grado, que incluyeron una variedad de materias pactadas, sirven como ejemplo del protagonismo de los actores y de la fortaleza de la negociación colectiva para encarar, a través del diálogo, la regulación de las condiciones laborales de los trabajadores. Ese diálogo lo sostuvimos y lo sostendremos.
De este modo, la reducción de la desocupación, la expansión sin precedentes del empleo registrado, acompañada por el crecimiento de la economía, el diálogo social, y la ampliación de la cobertura del sistema de protección social dieron lugar a una mejora significativa en la equidad de la sociedad argentina, como no se había observado desde mediados de la década de los setenta. Y aún falta, pero lo que falta está en la dirección en la que vamos.

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