Miradas salió en busca del publicista contratado por clarín. lo encontró marketineando a lo pavo pero remiso a la hora de explicar lo que hace.
Souto, durante un encuentro internacional sobre marketing político. Prefirió no dar respuestas a Miradas al Sur.
Campus de la Universidad Nacional de General San Martín. Av. 25 de mayo y Francia. Miércoles 28, 16 hs. y el sol que aúlla con rabia. El publicista Carlos Souto sale de su conferencia en la IX Cumbre Iberoamericana de Comunicadores. Saco cremita, va vestido como esos dealers que perseguía el teniente Castillo en Miami Vice. Es el empresario que el domingo pasado Miradas al Sur denunció por reclutar en negro a aprendices de periodistas o creativos para congestionar las líneas de teléfonos de ciertas radios –como Nacional, Metro o Rock&Pop– y saturar mediante falsos post las páginas digitales de medios como La Nación o Perfil para atacar al Gobierno y a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Sale Souto bajo ese sol intenso. Carga con la megalomanía de hacerse filmar a cada paso y allá va el cámara, siguiéndolo a paso redoblado. Descendiente de gallegos portugueses, su apellido, Souto, significa “bosque de castaños”, un árbol que prefiere las situaciones abrigadas y frescas. Será por eso que se va apresurado, para que el sol no lo descubra. Carlos Souto no quiere que le pregunten nada. Huye. Antes, en su conferencia, había dicho que creía en la democracia. “Soy un demócrata; vivo de la democracia. A mí me gustaría votar cada tres meses, para ver si estamos seguros de lo que votamos tres meses atrás.” Antes de comenzar la disertación, se había dicho que “por una cuestión organizativa”, no se iban a aceptar preguntas al final. Souto sabe que algunos ya saben lo que hace: apelando a tecnología de punta, La Ese manipula la opinión pública a favor de una empresa e impugnando una ley votada por los representantes del pueblo en el Congreso de la Nación. Democracia de bambalinas. Conferencia de Carlos Souto. Dice el folleto: “Creatividad, campañas y política”. Tras de sí, en la pantalla, un diploma del año 2000, pero sin la foto que lo mostraba con el rubio platinado que usaba después de haber trabajado con el Grupo Sushi. “Una imagen de la última vez que me presenté en público”, acota con un hilo de voz que le tiembla. “El video que van a ver es fruto de 13 años de trabajo. Soy un hacedor: hago campañas políticas. No tengo tiempo de explicar.” Pareciera que hablara para los que saben lo que hace. Se le arquean las comisuras hacia abajo y se le llenan los ojos de lágrimas. “¿Estará nerviosho, como su cliente?”, pregunta alguien, un tanto maligno. En la pantalla aparece él y el título real de la charla: “Políticas, mentiras y video”. En la sala Tanque del campus de la Unsam, La Ese exhibe un clip institucional de 25 minutos mostrando el basckstage de sus campañas electorales. Souto lo llama “documental”. En el mediometraje, aprovecha para mostrarse escribiéndole a Menem el discurso de su renuncia al ballotage de 2003. Y también saca lustre con el inefable Julio Cleto Cobos, al retarlo por su alicaída participación en su propio spot para gobernador de Mendoza: “¡Con energía, con continuidad…!”. El video asegura que Souto “ganó” seis elecciones. Lo dice también su página web, laese.com. Debe ser la única persona en el mundo que ganó tantos comicios y no asumió nunca. Hizo con otros creativos (Dick Morris, Ramiro Agulla, David Ratto, Miguel Sal) la campaña del “Dicen que soy aburrido”, con la que Fernando de La Rúa peleó en las presidenciales de 1999. Trabajó para que Aníbal Ibarra fuera un candidato ducho al enfrentar en televisión a Domingo Cavallo por la elección a jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma de 2000. Hace de Chapulín Colorado para Julio Cobos en la disputa por la gobernación de Mendoza en 2003. “Una vez lanzada la candidatura de Cobos –cuenta en su sitio web-, y faltando apenas dos meses para la elección, todas las encuestas coinciden en ubicarlo 15 puntos por detrás del candidato rival. Entonces contrata a Carlos Souto.” Y hacer ganar a Francisco de Narváez el año pasado, en las legislativas bonaerenses. En la democracia soutista no gana la política, sino el mejor spot. Gana el marionetista de la comunicación masiva, el que manipula, el que tergiversa. En su página web ya lo advierten: “Hoy en día, La Ese está decidida a seguir invadiendo amigablemente el territorio más importante de las campañas en las que interviene: la cabeza y el corazón de quienes votan”. Atemoriza comprobar cómo el marketing y el periodismo se han equiparado y se confunden. El marketing se disfraza de información. Hay un periodismo que machaca con ideas prefabricadas. La Ese es la novia natural del gigante monopólico. Tras bambalinas. El rey de las tinieblas. Carlos Souto es alto como Tinelli, pelado al rapé y cool, a la moda de los ’80: el saco cremita también lo usó con Macri, De Narváez, Cobos. Cuando termina su disertación mágica, Miradas al Sur trata de que conteste en público –él mismo habilitó las preguntas– porqué contrató decenas de estudiantes para hacer el trabajo sucio contra una ley que democratiza el uso de los medios de comunicación en Argentina. Souto quiere hablar de su sistema de medición de imagen. El cronista le insiste: dé explicaciones. Souto dice que las dará al final. Responde otras preguntas y refiriéndose al cronista le perjura que al final le responderá. Responde otra y vuelve hacia el cronista y le dice al público que ahora sí le tiene que “preguntar” (sic) a éste cronista lo que le había preguntado. - …Respecto de la nota a la que te referís [“La agencia de comunicación que hace el trabajo sucio para Clarín”, Miradas al Sur, 25/4/10], se ilustra la nota: yo entrando con un directivo de Clarín, que es el octogenario arquitecto mío Atilio Di Cecco, que está haciendo reformas en los baños. Con eso quiero terminar. Muchas gracias, eh. Cubierto de sombras, cuando Carlos Souto sale, el cronista interpela. –Qué tal, Souto. Soy... – ¿Vos sos de Miradas al Sur? –Sí. Venía a preguntarle… –Al fin alguien da la cara. –Justamente, el que tiene que dar la cara es usted. ¿Está trabajando para el Grupo Clarín? –Mirá, yo nunca digo para quién trabajo, ni en el momento en que trabajo (sic). –Pero para De la Rúa… (Menem, Telerman, De Narváez y Cobos su asesoría en marketing fue pública.)* –Bueno, pasaron diez años. Pero para muchos clientes trabajo. Nuestro sistema, este… Pits de medición de imagen, es un sistema que le interesa a muchas empresas porque es absolutamente adaptable. Creeme que cuando lo conozcas, se te va a pasar toda la desconfianza y lo vas a adorar. Hasta por ahí consigo nuevos clientes a través tuyo. –¿Pero usted confirma que copan los blogs y los programas de radios con posts y mensajes en contra de la nueva ley de medios, pagados por el Grupo Clarín? –No, eso no. Si tuviera una máquina… Mirá, estuve preguntando. ¿Y sabés qué me dijeron? Que la única máquina que puede bloquear centrales telefónicas que hay en el país, la tiene la Side. Entonces digo, ¿cómo habrán sabido que hay una máquina de esas, no? –Claro, claro, pero los chicos empleados suyos llaman a las radios y escriben a los blogs (en aras de desprestigiar al Banco Nacional de Datos Genéticos)... –No, no. Nosotros lo que tenemos, sí, es un sistema de monitoreo que se llama Pits, que te voy a mostrar sin ningún problema, porque no tiene secretos y que es muy bueno y que controla taylormade (para cada cliente) temas específicos. No te puedo decir ni qué clientes ni qué temas. Pero de ninguna manera intervenimos en… coso, coso (sic). (Levanta la cabeza, la voz, e interpela a varios jovencitos que rondan alrededor, sin acercarse). Acá hay unos cuantos que trabajan en La Ese…. ¿No? (Silencio alrededor) ¿Así que hay unos cuántos que trabajan en La Ese? (El mutis reina en la universidad. Los jovencitos miran para abajo o para otro lado, como si los ojos del cronista fueran una cámara de televisión). ¿Y en negro cuál está? Que levante la mano. (Algunos se atreven a pispearlo de reojo, incrédulos. Sigue el mutis). ¿Entendés lo que te digo? (Palmea dos veces la espalda del periodista). –Sería importante que desmintiera…. –¡Por supuesto! –… que La Ese trabaja para el Grupo Clarín y que no preparó la ofensiva… –No, yo lo que desmiento… –Escúcheme. A usted lo escuché una hora y media. –Yo lo que desmiento es ¡que tengamos un taller clandestino de costura! Su aclaración costuril tiene que ver con una metáfora menor de la denuncia de la semana pasada en este medio. Souto apoya la mano sobre el grabador, pega media vuelta y se va. A las zancadas. El séquito de aprendices talentosos se arremolina tras él como la cohorte del maquiavélico alférez Yago, sembrador de la cizaña en el Otelo de Shakepeare. No desmiente lo otro, porque es cierto. El lunes, a los empleados que La Ese tenía en negro, es decir de manera clandestina, les prohibió que concurran a la casa antigua de Perú 837, donde funciona la agencia. El martes a algunos los blanqueó. Una manera original de entender la democracia. Allí corre y se aleja para volver al mundo de las tinieblas, Carlos Souto, el Democrático. Un bosque de castaños que da frutos espinosos. En las sombras. *Entre paréntesis, lo que el periodista pretendía preguntar pero el entrevistado se negaba subiendo la voz.
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