Informe Especial: Un fantasma conservador recorre Buenos Aires



Por Carmelo Paredes, especial para Causa Popular.-
Si alguien esperaba que el verano tuviera algún nivel de tranquilidad, las esperanzas las debe haber perdido cuando comenzó a enterarse de las primeras medidas del gobierno de Mauricio Macri, jefe comunal de la Ciudad de Buenos Aires desde el 10 de diciembre. Desde que asumió, el mismo día que lo hizo la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, Macri quiso mostrarse diferente, especialmente porque ganó el cargo con una amplia mayoría de votos. Quienes lo eligieron lo hicieron convencidos de que al no provenir del mundo de la política tradicional, haría cosas diferentes, pero todo indica que aunque lo esta intentando la suerte la resulta bastante esquiva, ya que buena parte de sus resoluciones han desatado conflictos de la más variada especie y han dejado al descubierto las desgarradoras realidades de una ciudad que se prepara para un ajuste brutal y donde los que mas pierden, volverán. Crónica de una nueva tragedia porteña: despidos, recortes y ajustes.
Apenas llegó al ejecutivo, “el Berlusconi argentino”, como suelen llamarlo sus opositores, resolvió dar prioridad a los habitantes de la Ciudad en el ingreso a los hospitales públicos de su administración. La capital argentina tiene cerca de 3 millones de habitantes y está rodeada por una serie de distritos que pertenecen a la Provincia de Buenos Aires. Son los que conforman el llamado “conurbano bonaerense” y su población supera los 6 millones de habitantes.

Estos distritos y la capital, componen el área metropolitana que suma alrededor de 10 millones de almas repartidos desigualmente en la cuenca del Río de la Plata. Desde el recrudecimiento de la crisis en 2001, buena parte de los habitantes de esta franja que rodea la capital, recurre a los hospitales públicos capitalinos ante el desborde de la estructura sanitaria de su territorio.

No es ninguna novedad que parte del presupuesto sanitario porteño es destinado a atender pacientes provenientes de otras zonas, pero la medida del nuevo gobierno cayó como una broma pesada para miles de personas en vísperas de navidad. Es que en la dinámica sanitaria de la capital argentina y la Provincia de Buenos Aires pueden advertirse las características más perennes de la crisis y cualquiera puede advertir los enormes sacrificios que hacen cientos de familias para conseguir un turno que les garantice un diagnóstico adecuado, o que reduzca la espera de un estudio de meses a días. Algo que muchas veces puede separarnos de la vida o la muerte, pero que fue ignorado por la nueva gestión neo conservadora.

Aumento de impuestos y despidos

Tras esa primera medida, el segundo paso fue inaugurar su gestión con un enorme aumento en el impuesto por Alumbrado, Barrido y Limpieza que había asegurado en su campaña que no tocaría. Se ganó así una buena porción de antipatía de parte de sus propios votantes, que debieron haber creído en esa afirmación ahora traicionada.

Esta medida fue otra pésima noticia para los porteños antes y después de año nuevo, pero su impacto fue opacado por la espectacularidad con la que anunció una primera ola de despidos de empleados municipales. El Jefe de Gobierno argumentó que se trataba de empleados que no iban a trabajar, pero las razones se fueron disipando en la medida que esos presuntos “ñoquis” salieron a la calle.

La medida de ajuste logró lo que la dirigencia sindical no pudo en años: salir juntos a repudiar los despidos. Fue una primera pisada sobre un gran hormiguero y ante el repudio generalizado, la respuesta del nuevo gobierno fue redoblar la apuesta y así intervino la obra social de los municipales que, como parecen demostrar varias auditorías e investigaciones, era una fuente de recepción de dinero que luego se destinaba a fines oscuros porque por cierto, no se utilizaron para mejorar los servicios a los afiliados.

De esta manera Macri ocupó la escena política con una clara embestida contra uno de los sectores mas cuestionados por la sociedad, como es el sindicalismo. Desde hace tiempo, las sospechas sobre un presunto desmanejo en las obras sociales por parte de varios gremios importantes están instaladas en el imaginario del electorado.

De contradicción en contradicción



Pero en este caso, más allá de los graves errores políticos cometidos por un gremio tan polémico y conservador como el sindicato conducido por Amadeo Genta y Patricio Datarmini, la movida de Macri demuestra que los únicos reflejos que posee son propios de un empresario. Así reaccionan los gerentes cuando una medida de fuerza los desafía. Macri hizo lo mismo, adelantó sus planes y pateó uno de los hormigueros más grandes de la ciudad.

De hecho, el argumento de la libre opción acaba de derrumbarse luego de que el periodista David Cufré, de Página 12, recordara que "El año pasado, cuando se votó por la libre opción jubilatoria, el bloque de diputados de Macri intentó mantener cautivos a la gente en las AFJP: al momento de votar, el bloque de diputados de Macri fue el único que votó en contra. Ahora, Macri, como jefe de gobierno porteño, es quien habla de la libre opción para las obras sociales y dice que los municipales deben tener la libertad de elegir la asistencia de salud. La verdad, no se entiende la postura de Macri, es algo contradictoria."

Pero las contradicciones no son solo patrimonio del macrismo. En el seno del naciente arco opositor porteño también sucedieron. De hecho, aunque muchos consideraban que la intervención de la maltrecha Obra Social porteña era cuestión de tiempo, la medida cosechó el reconocimiento de algunos sectores críticos del macrismo. Al respecto, el matutino citado, pero esta vez en la pluma del periodista Raúl Dellatorre, recordó un dato que puede servir para aclarar la profundidad del conflicto: La “desregulación” y la “libre opción” nacen con una ley de Menem pensada para desmantelar el sistema solidario de salud sindical a principio de los ’90.

Su objetivo era capturar la crema del negocio, es decir la afiliación de los empleados de sueldos altos, a través de la tercerización de obras sociales en favor de empresas de medicina prepaga que compraban el gerenciamiento de las mismas a dirigentes sindicales dispuestos a escuchar ofertas. De eso, hubo y sigue habiendo mucho.

Como el sistema de control de obras sociales fue, en el mejor de los casos, ineficiente -en el peor, cómplice-, estas fachadas de obras sociales operaron sacándole el máximo jugo al negocio: buena hotelería para internaciones, prestaciones básicas pero con buen marketing, “venta” de servicios extra a los afiliados (pagos de diferenciales por planes más amplios) y traslado al “fondo de reintegros” del Sistema Nacional de Salud de los costos de las prestaciones de “alta complejidad”. Del otro lado del río quedaban las obras sociales “pobres”, con afiliados pauperizados, de salud quebrada y por lo tanto más demandantes. Conclusión: la solidaridad quedó partida al medio.”

Y el periodista concluye: ¿No hay razones históricas para sospechar que a este modelo apunta Macri con “su” desregulación de la Obsba? Incluso circulan versiones de que está en formación una nueva “obra social de profesionales” para absorber a los “liberados” de más alta remuneración. Está claro que Patricio Datarmini (titular de la Obsba, secretario general de Sutecba y mano derecha de Amadeo Genta) no es el mejor ejemplo de democracia sindical y solidaridad de clase.

Pero ningún desaguisado en el manejo de la obra social justifica levantar las banderas de la “desregulación” por quienes han luchado contra las injusticias del neoliberalismo de los ’90. Para derrotar a Datarmini, Macri no es necesariamente el camino. Ni la “libre opción” la puerta “democrática” de salida cuando la elección se plantea en un mercado de salud dominado y controlado por grandes capitales y dirigentes sindicales asociados.”

Impresiones iniciales



Sin embargo, la medida de intervención a la obra social resultó tan letal para los sindicalistas conservadores cuestionados, que tras días de tires y aflojes, distintas fuentes indican que el sindicato aceptará sin chistar una primera ola de más de 2500 despidos a cambio de que la obra social no sea completamente intervenida. La puntada final la dio la ex progresista Elisa Carrió, cuyos diputados locales dieron los votos necesarios para que el legislativo comunal diera vía libre para la intervención, que hasta entonces había sido frenada por una resolución judicial.

Macri buscó y logró ubicarse como referente de la oposición a partir de su gestión en la Ciudad, e intentó mostrarse firme e indeclinable. Pero al interior de su fuerza en formación, se discuten dos estrategias sobre la proyección política a nivel nacional del nuevo dirigente derechista.

Un sector propone que Macri comience a construir una fuerza nacional que consolide una alternativa de poder al kirchnerismo. Del otro lado, los más duros sostienen que el ex presidente de Boca Juniors debe gobernar y, con eso basta y sobra, para que sea observado como un referente y para que se encolumne detrás de su sombra la oposición. Hasta el momento, parece primar la “real politik” de la gestión, una prueba palmaria de que el discurso progresista que había articulado para atravesar su techo electoral, fue solo el mismo recurso con el que Menem ganó las elecciones en 1989 e hizo todo lo contrario durante toda una década.

Pero la construcción partidaria le reclama mejores oficios. Hasta ahora no parece haber logrado siquiera cohesionar a su propia tropa, con enfrentamientos internos que varias veces lo llevaron, antes y después de las elecciones, a sufrir el riesgo de la soledad en el poder. Pero eso no es todo, tiene al gobierno nacional en contra, ya que es considerado un potencial adversario político en futuras elecciones nacionales, y con el poder que ha logrado acumular el kirchnerismo, se puede suponer que se le hará la vida lo más difícil posible.

Pero por ahora faltan señales para confirmar que los esfuerzos buscarán cohesionar una fuerza política y social de oposición que vaya más allá de los intereses de la Casa Rosada. Por lo pronto, las voces de la calle no pueden ocultar su malestar y eso en verano, es un mal presagio para el primer año del nuevo gobierno neo conservador de Mauricio Macri en la Ciudad de Buenos Aires.

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