Hugo Chávez: el tigre en la jungla

Se ha ido un militante, líder político, hombre de Estado y alguien que ya tiene su lugar como prócer de su Patria y de América latina. Las masivas demostraciones de afecto marcan que quedará en la memoria agradecida del pueblo

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Por Eric Calcagno y Alfredo Eric Calcagno. Diputado Nacional (FpV) y Doctor en Ciencias Políticas

El Presidente Hugo Chávez definió con claridad los ejes de su gobierno: afirmó la soberanía de Venezuela y le dio mayor bienestar a su pueblo, en especial a los más pobres. Chocó de modo frontal con el neoliberalismo triunfante y excluyente que dominó a América latina durante el decenio de 1990; entonces instaló a la política en el centro de las decisiones. Sus calidades políticas son conocidas y ya han sido resaltadas. Su condición de hombre de Estado es indiscutible. Sin embargo, sus enemigos elaboraron una leyenda de tiranuelo de tierras bárbaras. Nada más alejado de la realidad. Para destruir esta mentira, es bueno relatar, primero cómo era el “presunto tirano”. Y segundo, cómo no tiranizó sino que hizo más libre a su país. Para eso es útil relatar experiencias personales, a riesgo de caer en la anécdota.

Quienes lo conocimos y fuimos honrados por su amistad, sabemos que era culto, estudioso, cordial, preocupado por los demás, de una curiosidad intelectual insaciable, excepcionalmente inteligente y de una voluntad de hierro. En su actuación pública, respetó escrupulosamente los derechos humanos y se sometió a catorce elecciones. No es una conducta de “tirano” llamar a elecciones, incluso para que el pueblo decidiera si le revocaba su mandato presidencial; tampoco lo es que “el tirano” pierda, como ocurrió una vez.

La lucha por el gobierno en Venezuela tiene una gran intensidad, porque el Estado dispone de un enorme poder económico, pues gran parte de la actividad productiva y la casi totalidad de las exportaciones están ligadas al petróleo, cuyos yacimientos son bienes del dominio público y cuya explotación se reserva el Estado. De allí que el tema político y económico esencial sea la apropiación y utilización de la renta petrolera y Chávez rescató esas facultades para el Estado Nacional. Por el contrario, la oposición quiere recuperar para el empresariado privado (al que representa) una parte significativa del excedente petrolero. Esta es la pugna de fondo que existe en la política venezolana. No se repite el esquema usual en América latina, en donde tener el gobierno no significa ejercer el poder, dado que las empresas más importantes suelen estar en manos privadas y prevalecen las extranjeras. En Venezuela, quien controla el petróleo conduce la economía.

Frente a esta situación, el presidente Chávez no se quedó en las abstracciones teóricas. Fue un político de acción. Advirtió que para cambiar la realidad debía construir poder. Entonces tomó la conducción de los tres puntales indispensables para gobernar Venezuela: las mayorías populares, las Fuerzas Armadas y Petróleos de Venezuela S.A. (Pdvsa).

Nuestra experiencia personal.
El trabajo profesional, mezclado con militancia, nos llevó en varias oportunidades, durante la presidencia de Hugo Chávez, a realizar estudios para el gobierno de Venezuela, en especial para el Ministerio de Planificación y el Banco Central. En 2000, el Ministro de Planificación Jorge Giordani, con quien estábamos trabajando, nos dijo que el presidente Chávez nos quería ver. Cuando lo visitamos, nos relató el motivo. Resulta que cuando era oficial del ejército en actividad, estudió Ciencias Políticas en la Universidad Simón Bolívar de Caracas. Cuando le faltaban dos materias para terminar de cursar la maestría, el Comandante en Jefe del Ejército, que lo detestaba, lo transfirió a un regimiento del “fin del mundo” para que no pudiera continuar los estudios. Cuando lo supo, el profesor de esas dos materias le propuso dárselas por aprobadas si realizaba un trabajo práctico. Le dio entonces un libro de Alfredo Eric Calcagno, Pedro Sáinz y Juan De Barbieri, en el que se construye un modelo político resuelto por experimentación numérica. Si aplicaba correctamente el modelo a la realidad venezolana, le daba por aprobadas las dos materias. Así ocurrió. Años después, cuando fue presidente, utilizó ese modelo en su tarea normal de gobierno. En una entrevista que el ex Vicepresidente de Venezuela José Vicente Rangel le hizo al presidente Chávez el 11 de enero de 2012, le preguntó si creía que en su gobierno hubo claridad desde el primer momento. El presidente Chávez le contestó que sí. Que es cierto que hubo una primera etapa en la que no se aplicó a fondo la revolución, pero “si la hubiéramos tratado de aplicar a fondo quizá hubiéramos abortado el proceso, porque se trata de viabilidad”. Recordó entonces a nuestro “modelo político”, cuya aplicación a Venezuela en ese momento, mostraba que no existía viabilidad política ni social ni económica para encarar reformas profundas. Para hacerlo, era necesario construir poder, que fue lo que hizo el presidente Chávez. En marzo de 2001, nos invitó a analizar juntos durante 20 días la situación política de Venezuela. Cuando llegamos nos explicó lo que quería. Nos dijo: “Yo estoy aquí como un tigre en la selva. Me manejo por instinto y hasta ahora me ha ido bastante bien; pero no se puede gobernar siempre por instinto. Es necesario racionalizar y para eso necesito también el punto de vista de personas que comparten nuestros ideales y que miran nuestra obra de gobierno con perspectiva; así pueden evaluarla en su conjunto, con una visión que supera el día a día y no está influida por las urgencias de la tarea diaria”.

Por supuesto, se trataba de asuntos relacionados con la acción de gobierno. Primero discutíamos algunos temas, después realizábamos por nuestra cuenta el análisis y la evaluación, y por último nos reuníamos para valorar los resultados. Para nosotros fue una experiencia impresionante. Pudimos también comprobar la capacidad operativa del presidente: cuando lo creía pertinente, de inmediato daba la orden para la ejecución.

Tenía una sólida formación en teoría política. Su autor de consulta era Oscar Varsavsky. Nos relató que cuando lo tomaron preso en 1992 estaba leyendo el libro Proyectos Nacionales; entonces, la policía ordenó la detención de Varsavsky, que había fallecido en la Argentina en 1976.

Con estos recuerdos, queremos señalar que el presidente Chávez era un hombre de Estado en el más amplio sentido. No sólo tenía el instinto de luchar a favor de su Patria y su pueblo, que estaba en su esencia. Tenía un claro sentido de la naturaleza del poder, de cómo crearlo y utilizarlo; y extremaba los análisis para no fracasar en los actos de gobierno que planteaba.

Otra de sus virtudes era la imaginación y el coraje para resolver situaciones. Por ejemplo, uno de los problemas de los barrios pobres de todo el país era la falta de médicos. La gran mayoría de los médicos venezolanos no quería ir a vivir a esas zonas inhóspitas, cuando podían ganar muchísimo más dinero en sus cómodos consultorios en las ciudades. Entonces, el presidente Chávez acordó con el presidente Fidel Castro el envío de 20.000 médicos cubanos para que fueran a vivir a los barrios pobres de Venezuela; esa operación se financió con el envío de petróleo. Con la Misión Barrios Adentro (en Venezuela “barrio” es el equivalente de “villa”), se atendió la salud de quienes carecían de asistencia médica; y se lo hizo gratuitamente y en gran escala.

Por desgracia, el presidente Hugo Chávez ha muerto. Queda en nosotros continuar la tarea, que en esta solidaridad entre las generaciones de militantes también llevó adelante Néstor Kirchner.

Algunos de los detractores de Chávez señalan que pronto se convertirá en mito, como si fuera una fatalidad. Pero hay mitos, como en la antigua Grecia, que sirven para inspiraciones personales y colectivas; realzan los aspectos más positivos de cada individuo y de cada sociedad en la búsqueda del bien común.

Hay momentos en que los mitos dan sentido, ilustran para los vivos la permanencia en la acción de aquellos que no están. Malas noticias para los “escuálidos”, pues pronto comprobarán que jamás se le puede ganar a quien ostenta tal genio y figura. Ya decía Borges que “el mito es la última verdad de la historia. Lo demás es efímero periodismo”.

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